El viernes 12 de agosto regresé a Palazzo Giovanelli a las seis de la tarde tras haber alimentado a los pichones de Plaza San Marco. Subí al cuarto piso y entré a la habitación de Alessandro . Tanto él como Tim Bergling discutían acaloradamente en un sueco sin pausas. Sin embargo, una vez que me vieron entrar guardaron silencio. Lindblad se pasó una mano por el cabello y Bergling fue quien habló:-Ha surgido un problema.-dijo seriamente.
-¿Qué sucede?
-Que el hijo de puta de Verwest no llegó solo.-espetó Alessandro exasperado.
-Lo vi en la recepción, acompañado de otros dos hombres.-explicó Bergling.-Los tres entraron a su suite y no han salido de ahí. No nos consta, pero parecen sujetos a los que se ha contratado para su seguridad.
-¿Y qué haremos ahora?-inquirí contagiándome de su ansiedad.
-Seguir con el jodido plan. Eso es lo que vamos a hacer.-decretó Lindblad de golpe. Tim y yo lo miramos expectantes. Alessandro soltó un suspiro y se tomó unos segundo para pensar lo que diría a continuación.-Vamos a proceder tal y como hasta ahora. Ya no hay tiempo de hacerle ningún tipo de modificación al plan. Así que repasémoslo una vez más: en punto de las siete, Mara, vas a llamar a su puerta y vas a entrar con el carrito con el champaña y las copas de "cortesía" del hotel. Cuando estés allí avisarás a Tim para que él corte la luz de ese piso y desactive todas las cámaras. Tendremos unos cinco minutos a lo mucho antes de que un verdadero técnico del hotel venga a ver qué sucede. Mara, fingirás que llamas al técnico y llegaré en seguida. Cuando estemos ahí los dos tendremos que apañárnoslas para matar a los dos sujetos de seguridad y mantener de algún modo a Verwest hasta que llegue Tim. Tim, tienes un minuto o menos para llegar y sacarnos de ahí junto con Verwest antes de que llegue la policía. La embarcación ya tiene que estar afuera y lista para llevarnos al aeropuerto, porque se va a armar el caos cuando encuentren a esos dos tipos muertos en la suite.
Asentimos y ya no discutimos más. Tomé el uniforme del hotel y los tacones y entré al baño para cambiarme. Mientras me vestía pensé que hasta entonces sólo llevaba el revolver por si debía de dispararle en la pierna a Verwest si amenazaba con huir, no obstante ahora debía de dispararle a dos desconocidos necesariamente para salir viva de allí, sin mencionar que Verwest ya era de por sí bastante peligroso. Cuando acabé de echarme un poco de polvo en la cara, me teñí los labios de rojo y finalmente me coloqué detrás de la oreja un dispositivo de comunicación. Me miré una última vez en el espejo y satisfecha salí del baño.
Alessandro ya estaba uniformado con su vestuario de electricista y Tim se paseaba ansiosamente por la recámara haciendo las últimas llamadas. Fui al fondo de la habitación y preparé el carrito con el champaña, las copas, el hielo y un elegante arreglo floral. Una vez listo, cinco minutos antes de que dieran las siete, me dirigí a la puerta, pero antes de salir Lindblad me interceptó y me lanzó una mirada escrutadora.
-¿Ya lista?-cuestionó entrecerrando los ojos.
Asentí.
-No lo creo.-murmuró y de un movimiento rápido me desabotonó un botón de la blusa. Dando como resultado que se notara más mi pecho.
Lo miré alzando una ceja.
-Debes entrar allí a toda costa.-concluyó y esbozó su típica sonrisa retorcida.-Y si Verwest es aparte de psicópata, perverso, esto ayudará. Usa tus encantos de mujer y ya apresúrate. Anda.
Zafé mi codo de su agarre y salí de la habitación con el carrito por delante de mí sobre el pasillo hasta llegar al ascensor. Cuando éste se abrió. Iba vacío por fortuna, así que piqué el botón del piso 3 y descendí un piso en completo silencio.
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Quema las páginas
General FictionHan transcurrido diez años desde que Mara decidió aislarse en un apartamento en los suburbios de Los Ángeles para llevar una vida de pequeños trabajos y modestos placeres. Sin embargo, al correr ya los últimos días de primavera llegará a su puerta u...