Prólogo

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Frío.
Así sentía el hombre todo su cuerpo. Fría.
Así estaba la tierra sobre el que él estaba.
Fría estaba la hoja que entraba y salía de su cuerpo.
Caliente.
Así estaba la sangre que estaba a su alrededor.

Él estaba tirado boca arriba sobre tierra teñida de rojo. Flamas se alzaban a varios metros de él, sin embargo el calor no le llegaba. Él tenía la vista  fija en la nada. Sus ojos plateados estaban viendo hacia el gris cielo. No siente el dolor que se suponía que venía con cada vez que la espada se le enterraba en el estómago una y otra vez. Al principio dolía en cada fibra de su cuerpo cada vez que el frío metal rasgaba su cuerpo. Lo que más dolía era cuando ella sacaba la espada de él. La espada completamente negra, era dentada en una de los bordes, la parte donde se curvaba ligeramente la hoja. La dentadura sólo volvía peor el dolor que tenía que soportar.
Él ya no tenía fuerzas para levantarse y defenderse. Ya no tenía fuerzas para que le duela.
Lo único que le dolía, es que después de tanto tiempo y después de tantos intentos, ella seguía en ese estado anormal. Que a pesar de haberlo intentado y donde por un momento ella parecía ser libre...
Pero él fue engañado.
Él nunca se hubiera imaginado que sería ella quien lo torturara.
Sus ojos viajaron a la cara de ella. Se veía hermosa, mechones de su cabello negro le caían en la cara. Ella derrochaba placer y felicidad. Con cada apuñalada su sonrisa aumentaba de tamaño. Él fijó su vista en los ojos de ella. Lo único que le hizo sentir fue más tristeza. El iris igual de negro que la pupila.
Él se quedó viéndola por un tiempo que se le hizo eterno. Estaba tan concentrado en sus ojos fríos que ya no eran de ella que por un momento pensó que se imaginó el que sus ojos cambiaban de un momento a su verde original. Pero el color volvió tan rápido a negro como vino.

Ella sentía tanto placer de por fin poder torturarlo. Después de tanto pelear ella al fin de había rendido, y le había dejado completo control a ella.
Cada vez que enterraba la espada en su cuerpo, el cuerpo de él tenía un pequeño espasmo lo cual sólo hacia que ella sintiera más placer.
Después de unas apuñalada más sintió su mirada sobre ella. Ella sólo frunció el ceño y aumento la fuerza.
Si él fuera normal, su estómago estaría totalmente desgarrado y abierto. Sin embargo después de cada apuñalada la herida sanaba a los pocos segundos.
Antes de poder volver a apuñalarlo sintió una pequeña debilidad. Sintió como le arrancaban el control por unos segundos.
Los ojos de ella cambiaron a verde.
La expresión de inmediato cambio de placer a una de dolor.
Ella paró de inmediato la espada en el aire, sin embargo perdió el control, y la oscuridad volvió a los ojos. Pero de inmediato volvieron a ser verdes.
La lucha interna que se estaba librando era intensa.
Cada vez que la ojiverde regresaba a la normalidad lágrimas fluían por las mejillas.
El hombre que estaba acostado sólo podía observar desde la tierra mojada las emociones que pasaban por la cara de ella.
La espada no se le había vuelto a clavar por lo que él podía juntar un poco de fuerza para intentar ayudarle a la mujer que estaba enfrente de él.
Él tenía esperanza. Ella todavía no se había ido completamente, por lo que tal vez podría regresar a la normalidad.
Dio una mirada a su alrededor y vio toda la destrucción que había dejado la batalla.
La tierra tenía varios desniveles. Había charcos de agua gigantes en algunas zonas, la mayoría manchados con sangre.

Oscuridad En Llamas (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora