Disparos que incitan a la agonía.

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Me levanté del mugriento sillón donde llevaba sentada varios días reflexionando sobre todo lo que estaba ocurriendo. Bajé el volumen de la música que estaba sonando y me acerqué a la ventana, me daba miedo mirar el exterior, ¿Qué me encontraría?

Después de estar un rato ante ella, pensando qué hacer, no conseguí vencer mis temores y volví a mi sillón, pero esta vez sin activar el radiocasete. Me quedé sentada en silencio, intentando escuchar lo que ocurría fuera de aquellas cuatro paredes. No se oía nada, ¿Habrían matado a todos?, ¿Estarían esperando que nos recuperasemos para volver a atacar?.

Un par de horas más tarde, conseguí reunir la valentía necesaria para alzar la persiana que me ocultaba la verdad.Me acerqué lentamente. Agarré la cuerda. Mis brazos se tensaron y dejé que mis ojos admirasen la luz del sol.
Cuando me fijé en mi vecindario quedé horrorizada, se veía un barrio en ruinas, totalmente desolado, no había ni un mísero rastro de vida, tan solo podían verse cadáveres y grandes manchas rojas que en algún momento llegaron a pertenecerles.

Creí que era un buen momento para salir a buscar provisiones, ya que no se veía a nadie. Llevabamos días sin comer, sí, digo llevabamos porque mi hija de cinco años estaba conmigo en aquel apartamento. Estuvo escondida en uno de los armarios de la habitación principal.
 Llamé a Nala varias veces, pero no respondía, así que fuí a buscarla. Cuando abrí las puertas de su escondite la encontré profundamente dormida sobre un lecho de ropa usada. Se le veía tan dulce e inocente que desearía haber tomado una fotografía de aquel instante para poder "revivirlo" en cualquier otro momento de mi vida. Por desgracia tenía que despertarla:
- Cariño, ¿Tienes hambre?, ven conmigo.- le dije.
Me respondió con un sonido parecido al de un gruñido que no logré comprender. Se levantó y se puso un abrigo, el único que aún conservabamos. Me miró y me dijo:
-Mamá, ya podemos irnos, estoy preparada.

Creí que lo más seguro sería llevarla en brazos, pero ahora me arrepiento de haberlo hecho.Salimos del edificio y comencé a correr hasta que llegué a un supermercado que había a pocas manzanas. Sin dudarlo ni un segundo penetré en aquel angosto y arcaico local.
Allí me encontré con cuatro soldados del bando enemigo que nada más verme se abalanzaron sobre mí. Solté a Nala en el suelo para que pudiese escapar, pero la atraparon. Si ella hubiese estado sobre el pavimento desde el principio, tal vez podría haberse salvado. Dos de los militares me agarraron, otro se limitaba simplemente a observar la escena con una pícara sonrisa asomando por las comisuras de sus labios y el más cruel de todos ellos, puso una pistola junto a la cabeza de mi preciosa niña. Tan sólo me dijo una frase antes de apretar el gatillo:
- Mujer, supongo que sabrá que todos los niños de este país deber ser..., ya sabe usted, aniquilados.
El sonido del disparo rasgó mis oídos. Segundos después me encontraba llorando junto al cuerpo sin vida del ser al que mas había llegado a amar.

Años más tarde sigo anclada en aquel instante en el que la bala abandonó su hogar para encontrarse con la figura de una niña inocente.
Estoy inmersa en una profunda depresión, no me queda nadie, ella lo era todo.
Ha llegado el momento en el que le haré un homenaje, muriendo como ella.

Me despido de este mundo dejando este manuscrito con la esperanza de que algún día, alguien lo encuentré y pueda saber la realidad de lo ocurrido durante la Guerra Civil  de 1936.

Rincondeirina.blogspot.com

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