Epílogo

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Los mortales eran felices en su mundo, bailaban y cantaban pero cuando había un caso donde se perdía la fe, aquellos seres celestiales que bajaban del cielo con sus grandes alas blancas emplumadas, los humanos los veían como cualquier otra persona, sin darse cuenta que eran Ángeles.
Cabe mencionar, que al existir un bien existe un mal, y el mal se haya en un mundo lejano, donde aquellos demonios viven en un páramo disfrutando hacer algunas travesuras, pero en el castillo del rey, se escuchaban risas y cascabeles, pues se haya a el mismísimo Diablo jugando con su querida hija con los sabuesos.
-papi, Rufus me mordió- dice la pequeña niña acercándose al trono, su padre toma su brazo con delicadeza y desliza sus dedos por la herida, esta desaparece al instante
-listo mi  diablilla- le dice su padre, la niña sonríe de oreja a oreja
-tú siempre curas mis heridas- el Diablo rió
-las heridas físicas no significan problema, las heridas del corazón lo son, por eso cierra las puertas de tus sentimientos- la niña no entendía lo que decía, pero no le tomó importancia, bajó del trono para jugar con los sabuesos
-¡Ada!- grita aquella voz tierna, la nombrada gira la cabeza con la cara sonriente
-Dean llegas tarde- le reclama Ada con cara molesta
-lo lamento, tuve que llevarle muchos mensajes a algunos demonios- dijo algo exhausto, después de unos minutos de discutir comenzaron a jugar, así es, en el infierno hay diversión.

Entre la Luz Y La Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora