Capítulo XV Red de mentiras

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11 de Enero de 2004.

Hoy he ido con mamá al pueblo. Hemos ido a comprar comida y heno para los caballos, tenía tiempo sin ir al pueblo y me ha puesto muy alegre visitarlo. Mamá dice que dentro de poco podré ir a una escuela secundaria en la comunidad. Esto me ha puesto de muy buen humor, aunque mi felicidad no sea del todo por ello. Hoy he vuelto a verlo, me observaba desde lejos mientras mamá y yo comprábamos los ingredientes para el pastel de cumpleaños de Carabelle.

Aún recuerdo cuando lo vi por primera vez, cerca de nuestra casa, siempre tan apuesto e impecable.

Nunca hemos hablado, salvo aquella vez que fui sola a nadar al lago. Recuerdo ese día como si hubiese sido ayer. Era un día soleado y radiante, hacía calor y huí de casa por un momento. Estuve largo rato nadando en el lago hasta que lo vi, ahí sentado en una enorme roca. Me observaba nadar, no me quitaba los ojos de encima. Me acerqué a él y platicamos durante horas.

Es tan hermoso y diferente. Su belleza no es de este mundo, no puedo evitar que se me agite todo por dentro cuando lo veo. Cómo desearía poder salir con él, ir a cabalgar, ver la puesta de sol juntos, tener una cena romántica...

Pero papá jamás lo permitiría, el no es como yo, el no es un nefilim. Es un mundano, o al menos eso es lo que sé.

Odio con todas mis fuerzas ser nefilim, si tan solo fuera una chica mundana seria perfecta, papá no podría decirme con quien salir o no, me dejaría salir al pueblo, viviría en la civilización y no en esta asquerosa pocilga en la que vivimos aislados del mundo.

Si tan solo existiera algo que me hiciera ser humana, no me interesaría sacrificar lo que fuera, con tal de obtenerlo.

Caminábamos por la frondosa selva del Amazonas, llevábamos horas caminando. Ésta vez había demorado más en llegar que la primera vez que vine con Aiden. Los chicos me seguían sin detenerse a pesar de que estaban cansados.

De vez en cuando les daba palabras de aliento, diciéndoles que pronto llegaríamos. Divisé de lejos el estanque y les hice señas para que fueran a beber en el. Cosa que no hizo falta, pues corrieron como si fuese la fuente de la eterna juventud.

― Oh joder, esta agua sabe diferente ― dijo Rolan metiendo la cabeza completa en el estanque.

― Es agua idiota, sabe a agua ―dijo Lyra a su hermano gemelo.

― Sabe a cielo, tarada ― dijo escupiéndole un chorro de agua en la cara.

― ¡Eres un asqueroso! ―chilló Lyra.

― Que infantiles son ― dijo Kynna trenzando su cabello dorado.

― Y a ti te encanta toda esta infantilidosidad, belleza ― dijo Rolan señalándose y guiñándole el ojo.

― Ya quisieras Brunnet ― dijo Kynna rodando los ojos.

Ésa sí que era una larga historia que contar. Rolan perseguía a Kynna desde que todos empezamos a formarnos para las Tropas, o sea cuando teníamos doce años. Desde entonces el no la deja en paz, pero ella por más que lo rechace está más que claro que le gusta.

― ¿Infantilidosidad? Esa palabra no existe, idiota.

― Oh, perdóname. Escritora de diccionarios, jefa de bibliotecas, creadora de internet, ¡dueña de la Real Academia Española! ―dijo haciendo muecas raras con su cara.

― Bjaw, deja agua para los demás ― gritó Madga empujándolo y éste cayó en el estanque.

― ¿¡Oye que te pasa!? ¿Te crees muy rudita, Madga? ―dijo éste tomándola por los hombros y metiéndola consigo al estanque.

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora