Capítulo XII

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***Tres semanas después***

— Maddie, ya debemos irnos—dijo Mackenzie, asomándose por mi puerta.

Suspiré pesado y cerré mi computadora.

"Yo también te quiero, pequeña"

Fue lo último que leí.

Mackenzie me miró con una sonrisa triste, que no pude corresponder. Tomé mi teléfono y mi bolso y salí de la habitación dejando a mi hermana atrás.

— ¿Están listas niñas?—preguntó Melissa mientras Mackenzie y yo bajábamos las escaleras.

— De no ser así, no estaríamos aquí—dije, sin esconder el sarcasmo.

— Maddie. Por favor. Si pudieses comportarte...—decía Melissa.

— Él no lo merece— la interrumpí, con la voz dura— ¡Él no merece nada de esto! Y no es algo nuevo que nos estés obligando a ir. Después de todo es tu especialidad.

— Madison. Ir o no es tu decisión, nadie te está obligando.

— ¿Nadie me está obligando?—reí amargamente— Por Dios, mamá. Te he rogado todo el día que no me dejes ir, y justo ahora finalmente cedes. Siempre te aprovechas de todo. ¡Incluso conseguiste que ni Kendall ni Brynn estuvieran disponibles!—casi grité.

— Eso no fue por mí.—se justificó ella.

— Por favor, mamá. ¿Que no tienes limites? Lindas cosas las que nos enseñan. ¿Quién necesita la biblia cuando se te tiene a ti como madre, no?

— ¡Madison!—gritó ella, severamente.

— ¿Qué? ¡No quiero ir, mamá! ¡Ese hombre me arruinó la vida! ¿Que no lo recuerdas? ¡Él no nos merece! No le permitiré integrarse como si nada. ¡Lastimó a Kenzie! No permitiré que eso pase de nuevo.—Melissa me miraba con una especie de temor en su rostro. Obviamente ella no esperaría algo así de mí. Nadie lo haría, ni siquiera yo, pero últimamente mi temperamento era muy mínimo.

— Iras—sentenció, a lo que rodé los ojos y me giré, caminando furiosamente hasta el auto.

***

El espacio era tal y como lo recordaba. Floreros de porcelana, candelabros de cristal, mesillas de madera, y por supuesto, todo era caro y ordenado. A Kurt siempre le gustó tener cosas. Pero no cosas en general, cosas costosas. No importaba que significaban en realidad, sólo le gustaba poseer cosas. Tal vez lo hacía sentir con una especie de poder. Recuerdo que cuando mis padres se separaron, Kurt siempre se encargaba de comprarnos cosas. Era su manera de decirnos "lamento no estar ahí para ustedes". Pero él nunca entendió que no necesitábamos de cosas materiales, lo necesitábamos a él. Una vez que sucedió lo de Katherine, su nueva novia, me encargué de desechar cada una de las cosas que él nos había regalado. Y cuando me deshice de todas ellas, me di cuenta del poco significado que tenían.

En algunas esquinas de la enorme casa, habían algunas cosas antiguas, que seguramente si tendrían algún valor, porque las reconocí como de la abuela. Ella había fallecido casi un año atrás, y fue realmente doloroso. Ella siempre había sido una madre para Mackenzie y para mí, incluso en sus últimas semanas nos dejaba venir aquí y pasar un tiempo con ella y nuestros hermanos mayores, los hijos de Kurt. En varias ocasiones nos preparaba esas extrañas comidas caseras antiguas y nos contaba de sus telenovelas favoritas o nos daba su opinión sobre el último episodio de Dance Moms. Luego de que ella falleciera, nos separamos por completo de la familia Ziegler. Ella era como el imán que nos atraía, sin ella, todos los metales estábamos separados.

An Ordinary Girl (Malani)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora