Mis sueños empiezan a asustarme... Cada vez se hacen más vívidos, cada vez me cuesta más darme cuenta de que no está pasando en realidad. Anoche fue tan real que aún me cuesta creerlo; voces demasiado claras, el hilo de las conversaciones, las situaciones, las sensaciones... Recientemente tú te has instalado en mi subconsciente y no sales de mi cabeza, por ende, habitas en mis sueños.
Anoche, pues soñé con lluvia y sexo. Puedo jurar que de verdad me tocabas y me abrazabas, sentí tus besos, cada uno de ellos donde quiera que pusieras los labios... Lo primero que recuerdo es estar en el borde de aquella terraza enorme con grandes columnas y mucha lluvia afuera; árboles hasta donde podían alcanzar mis ojos. Precisamente llevaba el mismo vestido que usé para un evento al que asistí anoche más temprano, creo que por eso asumí que era real y me pregunté a mi misma sobre cómo habría llegado hasta aquel lugar.
Sentí que alguien entró y antes de llegar a voltear ya estabas detrás de mí, susurrándome un "hola" bajito al oído, subiendo una mano por mi vientre y sosteniendo mi cuello y barbilla con la otra para que mirara al frente, sonreía y cerraba los ojos concentrada en los besos cortos y largos alternados en mi cuello y tú me decías que no los cerrara, que siguiera mirando el entorno. Me preguntabas por el día, por mis amigas, por el evento aquel, mis planes para más tarde... Yo trataba de responder corto y volverme para besarte y tú, malvado, jugando conmigo me devolvías y me preguntabas sobre cualquier cosa que se te ocurría.
-¿Cuántas preguntas más te faltan por hacerme?- Me volteaste bruscamente para que te enfrentara y me besaste. -Mujer impaciente- me dijiste riéndote contra mis labios mientras me apretabas contra tu cuerpo, me besabas, mordías mis labios, acariciabas mi cuerpo y me agarrabas las manos si yo intentaba cualquier cosa... Hasta en mis sueños eres mortificador.
Te reías al notar como me estabas molestando y volvías a empezar -Tranquila, confía- me decías entre risas y besos. Te mordí el hombro para desquitarme, te quejaste y yo me reí, volviste a besarme, aprovechando para recorrer mi espalda mientras ibas bajando el cierre de mi vestido. Metiendo tus manos debajo de la tela, acariciándome y apretando mis nalgas, pegándome más a tu cuerpo, sentía tu calor abrazador, tu perfume embriagador y la erección creciendo entre tus piernas. Entonces te detuviste de repente y me sentí confundida, tu solo me mirabas, mientras me acariciabas la espalda subiendo hasta mi cuello, deslizando el vestido por mis hombros y recorriendo con tus ojos su camino por mi piel mientras caía.
Apoyado contra el borde y una de las columnas me mirabas y parecía que había pasado una eternidad, el vestido a mis pies seguido por mis interiores de los que te deshiciste hábilmente antes de que me diera cuenta. Me sentía cada vez más vulnerable por cada segundo que pasabas observándome y esto me hacía querer evitar mirarte directamente, tomando con una de tus manos mi barbilla me hiciste mirarte a los ojos, tus ojos café oscurecidos aún más por el deseo... Me besaste brevemente. Me contabas sobre tu día, tu cansancio y algo que planeabas hacer y que yo intencionalmente decidí ignorar. Mientras te escuchaba recorrí desde el borde del pantalón hasta tu cuello con mis manos, soltando los botones de tu camisa mientras hablábamos, nos reíamos y nos besábamos, deshice tu correa y el botón de tu pantalón, yo dudé un momento y me halaste hacia tu cuerpo, me besabas como hambriento, dejando un camino de besos calientes por mi cuello, por mis clavículas, en mis pechos y mi vientre para luego volver a mis labios mientras cambiabas de posición y me recargabas a mi contra la misma columna.
Acariciaste con una mano mi entrepierna descubriendo mi humedad mientras con la otra mano sostenías las mías en mi espalda, dejaste de besarme para mirar mi expresión mientras me acariciabas y hundías tus dedos en mí, logrando que soltara un ruidoso gemido de alivio, seguido de suspiros y jadeos. Te reías de lo que provocabas. Intensificando tus caricias me arrastraste hasta el borde del orgasmo, fuego que sofocaste al retirar tu mano y distraerme con besos y caricias en otros lugares. Te maldije entre dientes y te reíste a carcajadas, malvado... Cómo lo disfrutabas.
-Tranquila- volviste a decir, soltaste mis manos y me dejaste tocar tu piel, te besé y se me ocurrió que quería hacerte lo mismo que hiciste conmigo, deje un camino de besos en tu cuerpo y me arrodillé ante ti, tomé entre mis manos tu erección y al acercarte mis labios suspiraste ruidosamente, te mordiste el labio inferior al ver cómo te perdías entre ellos, aquellos que recién habías besado famélico. Leíste en mi cara la intención, sabías que esperar y no me dejaste terminar, tomaste mis manos y me pusiste de pie. Besando mi cuello seguías riendo y hablándome bajito al oído -Luego lo terminas- dijiste y volviendo a dejarme un camino de besos, te quedaste arrodillado, malicioso, estudiándome, como esperando a que te dijera algo. Yo solo levanté una ceja, te reíste entendiendo la amenaza no verbal que acababa de hacerte.
Te acercaste, observando cada reacción, besabas mis muslos, me acariciabas, jugabas conmigo. Cada vez que suspiraba y cerraba los ojos me pedías que te mirara, tomando mi mano me bajaste hasta tu nivel, arrodillados uno frente al otro -Hasta que no me digas lo que quieres haré de ti lo que yo quiera- me dijiste con voz ronca -Y créeme que podemos pasar horas en esto- agregaste besando uno de mis hombros.
-Vamos, haz lo que quieras; igual vas a ceder- respondí desafiante.
Volviste a reír mientras te abalanzabas sobre mí, sentándome contra la pared a besos y volviendo a recorrer hacia mi sur, pero tomándote tu tiempo en cada beso; cuello, clavículas, hombros, pechos y vientre, de nuevo, más intenso, mientras yo enredaba en tu cabello mis dedos disfrutando cada uno de tus movimientos. Te detuviste entre mis piernas y mientras me acariciabas los pechos y el vientre con tus manos, jadeé de placer... Difícil decir que solo era un sueño, lo sentía muy real, insisto.
Quisiste dejarme al borde del orgasmo de nuevo pero no se te dio; igual mi cuerpo literalmente estalló de forma colosal sin que pudiéramos evitarlo arrastrándome en un remolino, oleadas de placer barriendo mi piel... El éxtasis. Tú, con sonrisa en los labios y aparente tranquilidad observabas complacido tu logro mientras mi corazón y mi cuerpo volvían a la normalidad. Te pregunté que si en serio no ibas a ceder, sonreíste ampliamente y te pusiste de pie besando mi frente y levantándome contigo.
-¿De verdad no vas a ceder?- repetí acariciando tu miembro y mordiendo suavemente tu barbilla. Mordiste tus labios y me hiciste voltear hacia la vista afuera de la terraza, desde atrás me dices al oído -¿Quieres? Entonces lo vas a pedir- mientras sentía la presión de tu erección entre mis piernas. -Pídelo- Repetías -Te mortifica más que a mí- respondí mientras con mi mano empujé tu miembro dentro de mi piel. Suspiraste y gemiste ruidosamente contra mi cuello... y creo que en vivo no he escuchado nunca un sonido tan sexy venir de un hombre.
No hay manera en la que le diga a mi mente que no era real; cada embestida tuya la siento en lo más profundo, siento cada caricia, cada beso, sentí placer, te sentí en mi piel. Al final, no sé ni siquiera cuantos orgasmos tuve a lo largo del sueño, no sé qué tan ruidosos fueron en realidad. De lo que si estoy segura es de que llovió en mi cama; al igual que llovía en mi sueño y como aún llovía afuera... La humedad sobre la que desperté es la prueba de ello.