34(final)

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-Papá, si hay alguien que nunca mataría a nadie, serías vos.-dijo ella, cerrando sus ojos con fuerza.-Nunca harías algo así.
Pero lo que ella no sabía era que sí lo haría, que lo había hecho, que no tenía las manos limpias. Entonces Ryan se sintió el malo de una película de superhéroes. Él era el asesino que usaba capa en casa y se correteaba con una beba que lo observaba con toda la admiración que cabía en sus ojos. El mundo era una farsa. Él le había creado una farsa y ahora tenía que cargar con las consecuencias. Abrazó a Lea con fuerza durante largas horas mientras ella dormía. No había oído al médico, no había visto a la chica que su Lea le presentaba, no se había despedido de Nico, no había deseado buenas noches a Lea. No había hecho nada del modo considerado correcto. Entonces se encontró en un pasillo, ni muy largo ni muy corto, que atravesaba el departamento en el que le había hecho el amor a una zorra con corona de juguete. Lo recorrió en silencio, escuchando los gemidos, los "te quiero" dibujados con tiza en el paredón de la escuela mientras el cielo se cubría de nubes. Y después la vio a Lea, durmiendo en su cuna. El disparó se rebotó entre las paredes hasta llegar a los oídos de la reina del lugar, los ojos se abrieron, el llanto comenzó. Entonces se vio entrar, armar las valijas, tomarla en brazos, irse.
Él, y sólo él lo había arruinado todo.
El auto se detenía frente a la casa, el hombre miraba atento, entraba, tomaba a Lea de su lado, confundido, apaciguaba el llanto incesante. Pier era quien debía tenerla, cuidarla. Pier siempre había ido el real destinatario de todo ese juego de egoísmo. Porque si Lea no hubiese entrado aquel día al juicio, Pier se la hubiese llevado. Porque él lo sabía. Él había averiguado. Él había recorrido todo el camino hasta el cadáver que Ryan nunca enterró.
Podía ver a Lea, cayendo a la piscina, con su brazo sangrando, llorando, riendo, diciéndole papá por primera vez y por última también.
Alzó el arma, apuntó al pecho, sabiendo que solo era cuestión de segundos, seguro de que ella no despertaría. Y así fue. El sonido sordo le llenó los oídos y él volvió a abrazar a Lea, su Lea Larm, su bebita que nunca crecería, sufriría, lo abandonaría. Sonreía. Lea aún sonreía cómo atrapada en un sueño. Entonces supo que le había fallado una vez más, ella creía que él era un héroe y él acababa de enterrarle una bala justo en el centro de un pecho, que se creía de cristal hasta que la sangre emanada salió a la luz. 
Ryan no se preocupó cuando el acolchado quedó teñido, después de todo, sabía cuánto quería Lea un acolchado rojo que hiciera juego con la tapa de los cuadernos de su tía Maggy.

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Espero que les haya gustado ♥

Nos leemos en alguna otra historia.

Eliza

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