La primera y la última.

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Era por la mañana, un día de tormenta, yo seguía en aquella habitación oscura, con apenas luz, miraba por la ventana, y veía la lluvia caer, y entre dos arboles un coche rojo que parecía estar parado, pero no, intentaba aparcar; estaba en aquella habitación donde todos los recuerdos se desvanecían, y terminaban de tener sentido. Cuatro paredes de color beige me rodeaban, una cama con sus sabanas suaves y de color celeste, con dos cojines, en frente una televisión, que me hacía ver una foto de familia, de él y mía. Esas paredes que comenzaban a hacerme sentir atrapada y sin ninguna salida, miré por la ventana y ese coche rojo seguía delante mía sin moverse, mojándose aún más por la fuerte lluvia que había en ese momento, pero pronto estaba menguando, hasta que paró por un momento, pero de pronto comenzó a tronar, y comenzó la lluvia. El coche rojo ya no esta. Estaba dispuesta a hacerlo, ya no quería seguir metida entre estas cuatro paredes junto un marido que ya no miraba con los mimos ojos. Cada vez que volvía del trabajo y abría la puerta, no sentía esas mariposas de ilusión de volver a verle, no sentía el tener que mirarlo a los ojos para tener que transmitirle mi amor, ya no estaba enamorada, y eso me dolía más porque estaba fingiendo algo que ya no podía seguir más. Me empezó a dar un gran nudo en la garganta y unas ganas inmensas de llorar, porque llevaba meses mintiendo y ya no podía más, aunque lo peor, es que el seguía igual que siempre, cariñoso, amable, con detalles, incluso era mejor, pero yo no sentía nada por el, ni tan solo quería una pequeña amistad por él. Hoy era el día, iba a terminar la pesadilla, iba a pedirle el divorcio. Ese papel que hace que las personas se separen para siempre, y hace que las personas se odien a muerte, un papel que a partir de ahora iba a impartir mi felicidad y iba a hacer de mi alguien mejor, fuera de estas cuatro paredes.

Punto y final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora