GÉNESIS: Para solteros exigentes

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Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
Primero el cielo y después la tierra, porque lo de empezar la casa por el tejado estaba muy de moda por aquel entonces.

La tierra era una soledad caótica, no había gente del OPUS ni tampoco existía la Inquisición, y las tinieblas lo cubrían todo con un manto de pecador libertinaje. Mientras, el espiritu de Dios mariposeaba sobre las aguas. Y dijo Dios; tumbado boca abajo, con una mano bajo el mentón en actitud pensativa, meditabunda, y moviendo los pies en el aire; mientras creaba una margarita en sus manos:

-Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere... - Y con cada triste enunciado la flor perdía un petalo que se desintegraba en miles de golondrinas que desaparecían porque todavía no las había creado nadie.

Y cuando el último pétalo cayó, Dios exclamó triunfante:

-Me quiere

Y tal fue la sonrisa que apareció en su divino rostro, que la luz existió desde entonces.

Vio Dios que la luz era buena y apartó a las tinieblas. Lo blanco sería lo bueno, lo negro sería lo malo. Por los siglos de los siglos.

A la luz la llamó día y a las tinieblas nigga. Aunque después de darle vueltas al asunto, decidió llamarla noche, pero tampoco es demasiado relevante ese punto.

Pasó una tarde y Dios se sorprendió. Porque, coño, él no había inventado la tarde. No tardó mucho en averiguar que el día había dejado embarazada a la noche, por lo que se lo recriminó.

-Pero es que ella iba provocando con ese vestido tan corto -Y Dios vio que el argumento del día era bueno y culpó a la noche.

Así que pasó la tarde, fruto de un amor pasional e incomprendido (al que más tarde llamarían violación algunos desviados del camino), y pasó una mañana. Al día le gustó tanto la mañana, que se fue con ella. Y tanto lloró la noche por ver que ahora el día estaba con otra, que se crearon las aguas.

Y dijo Dios:

-Pero cómo no te va a dejar, si eres una llorica. Deja de llorar, noche, porque al final vamos a inventar la hostia antes de tiempo.

Más adelante Dios comprendería lo inutil de la letra H y se la arrebataría a esa palabra, pero no adelantemos acontecimientos.

Y dijo Dios, otra vez, porque hablaba mucho y él solo, en las cenas de fin de año no le aguantaba nadie:

-Que haya una bóveda entre las aguas para separar unas aguas de otras, porque con tanta lágrima nos va a inundar la casa.

Y así fue. Un ejército de los primeros esclavos que se conocen en la historia, traidos desde lo más profundo de las tinieblas, empezaron a construir sin orden ni concierto porque nadie había entendido una sola palabra de lo que Dios había pedido. El caso es que al final las aguas se separaron, unas quedaron encima y otras debajo. A eso Dios lo llamó "el misionero" en primera instancia, pero al ver que no le había hecho gracia a nadie, a la bóveda la llamó cielo.

-Qué bonito eres, cielo -Susurró un día la noche

-¿A quién llamas tú cielo? ¿Eh? -Gruñó Dios bajo las sábanas- Anda, no me hagas levantar a traerte y ven a la cama, que está entrando una rasca por tu lado que se me está quedando tiesa la rabadilla.

Pasó una tarde, pasó una mañana y Dios no hizo caso a sus súplicas por el trato que les daba el día.

Y dijo Dios:

-Si vais pavoneándonos así por cualquier lado vosotras solas, luego no os quejéis de que el día os haga nada, que uno tiene sus debilidades.

La Biblia: Una historia de amor inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora