Silencio

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Un tenue fantasma se pasea por los pasillos entre la gente, una etérea figura cabizbaja de aspecto sobrenatural que al parecer solo es visible a mis ojos. La observo desde la distancia mientras los demás hablan sobre banales asuntos típicos de nuestra edad. Mi amigo me sacude el hombro para sacarme del trance y cuando vuelvo la vista el fantasma ya no está. Suena el timbre y es hora de entrar a clase. Me siento en mi sitio e intento sin resultado apartar aquella imagen de mi cabeza. ¿Son cosas mías o emanaba un brillo especial? Alguien se sienta en el pupitre de mi derecha, llamando mi atención. Su piel es tan blanca como la nieve y contrasta con su ropa y pelo, tan negros como la noche. Observo que inclina estratégicamente la cabeza para que el cabello le cubra el rostro. Pareces sacada de una película antigua, toda en blanco y negro. El resto pasa junto a nosotros para sentarse en su sitio. ¡Pero, demonios! ¿Soy yo la única persona a la que le intriga profundamente el color de tus ojos?

Creo que jamás en mi vida el tiempo había pasado tan despacio. Los segundos parecen minutos y los minutos, ¡años enteros! La inquietud me golpea y juega conmigo como si no fuese más que un viejo juguete. Me doy cuenta de que algunas personas cuchichean y te señalan. Bueno, al menos sé que no estoy loco. ¿O quizá sí?

El sonido de la libertad retumba por todo el instituto al fin y suelto un profundo suspiro. Creo que había estado conteniendo la respiración sin darme cuenta. Cierro el libro que hasta ahora había estado adornando mi mesa y cuando voy a guardarlo en mi mochila ya no te veo ahí sentada. Miro confundido a mi alrededor pero no estás. Guardo todo apresuradamente en mi mochila y salgo al pasillo sin esperar a mis amigos. Entre el tumulto de alumnos que se dirige a la salida no consigo distinguirte. De pronto choco con algo, o mejor dicho, con alguien. Bajo la vista y me choco con tu mirada, tan azul, tan profunda, tan infinita. ¿Qué ven mis ojos? ¿Una sonrisa? No, ya he visto sonrisas antes y ninguna tiene ese brillo. Deja de golpearme de esta forma, por favor. Te das la vuelta y te marchas como si nada. Corro para intentar alcanzarte pero te has vuelto a desvanecer. Mis sospechas se están confirmando, no eres de este mundo. Subo al autobús y me dejo caer cansado sobre un asiento del fondo. Me vuelvo para ver quién está sentado a mi derecha y te veo mirando por la ventana, ajena al mundo.

Nos bajamos en la misma parada y nos despedimos con la mirada. Las palabras no solo residen en la garganta. Entro en casa y voy directo a mi habitación. Dejo caer la mochila en el suelo y me acerco a la ventana. Apoyo la frente en ella cerrando los ojos y siento el frío tacto del cristal. Puedo oír el sonido de la lluvia que comienza a caer, cada vez más fuerte. ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? Oh, es tu sonrisa de nuevo, que cruza la calle para ocupar también un lugar en mi rostro.

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