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A las ocho de la mañana de un viernes lluvioso, el metro está a reventar. Me apresuro a coger el tren de la linea 1 que acaba de llegar, corriendo entre los despistados pasajeros que bajaban y chocando con aquellos que subían. A pesar de recibir pequeños golpes y empujones sin importancia, consigo hacerme un hueco junto la puerta entre aquella jungla salvaje. Eso es lo que era. Podías encontrarte de todo. Desde gente tocando instrumentos, mal educados que escuchan alguna clase de música con el volumen a tope, estudiantes estresados, hombres de negocio bien vestidos e impecables... Cada mañana intentaba coger el mismo tren y colocarme en el mismo sitio.  Desde aquí, podía observar todos aquellos especímenes que tanta curiosidad me traían. Era una persona bastante observadora. Por lo que los pequeños detalles brillan ante mi. Dentro de aquella multitud apretujada que sobrecargaba el ambiente con los distintos olor corporales, estaba yo. Sería demasiado cliché decir que no destaco, que no me considero guapa y esas cosas. Tengo orgullo y soy segura de mi misma pero es cierto que tengo la gran ventaja de pasar desapercibida y no llamar la atención (hecho que me ayuda a seguir con mi análisis mental sin que la gente me mire raro). De corta estatura, pero bien proporcionada. Ni mucho, ni poco. Unos cabellos castaños y un par de ojos claros. Todo heredado de mi madre. Ah, bueno, un humor bastante peculiar, incluso bipolar, calcado al de mi padre.

La linea 1 es la más larga, atraviesa París de lado a lado, y por suerte se encuentra cerca del lugar donde vivo. No es de extrañar que vaya siempre llena, debido al alto interés turístico de mi ciudad. Nací en Francia, pero mis padres son  ingleses. Ellos no viven conmigo, por razones de trabajo y negocios se encuentran distanciados el uno del otro, por lo que raras veces llegamos a pasar veladas juntos.

Nos encontrábamos casi a finales del primer semestre académico, por lo que la mayor parte de los estudiantes se encontraban de exámenes y evaluaciones de sus tareas.  Había acabado con buenas notas mi baccalauréat por lo cual pude acceder a una buena universidad pública sin grandes dificultades. Cursaba mi primer año de carrera, y me encontraba fascinada. Sin duda había escogido una buena opción.

Pero hoy no me dirigía a la universidad. Tuve la suerte de poder compaginar los estudios con mis clases de Ballet en el Centre de Danse du Marais. Donde lo practico desde los once años. Mi gran pasión. Mi abuela fue quien me enseñó lo que era este baile, lo que es este arte. Y desde aquel día me enamoré. Trasmitía paz y perfección.  Todo fue bien hasta que acabé los estudios y decidí compaginarlo como pude. A mis padres no les gustó la idea. Decían que no me centraría en la vida académica y que perdería horas demasiado importantes. Después de muchas discusiones, finalmente cedieron bajo una directa amenaza de cero suspensos o se acabaron las clases. Creo que aquello fue incluso bueno. He conseguido mantener mis notas y en paralelo asistir a las clases.

Miro el reloj y me doy cuenta de que es la hora de los medicamentos. Irónicamente, tengo una enfermedad que afecta a mis huesos haciéndolos más frágiles que una persona normal. Osteoporosis Imperfecta. Suena surrealista que una bailarina esté constantemente pendiente de tener sumo cuidado en no fracturarse un hueso cuando es una de las danzas que más fuerza requiere. Recuerdo el día en que me la detectaron. Me asusté y me temí lo peor. El médico de la sonrisa perfecta me recetó casi un cubo lleno de pastillas de calcio, pomadas y medicamentos raros para enfortecer los huesos y evitar su rápido desgaste. Vamos, soy una pastillera de libro.

La academia se encuentra en la antepenúltima parada, por lo que poca gente continua en el vagón. Recuerdo cuando me apunté. La gran academia de danza Centre de Danse du Marais. El sueño de cualquier bailarín. Se encontraba cerca del centro de París por lo que era un sitio caro, muy caro. Accedí  a ella gracias a unas pruebas que se celebraban en mi anterior academia. La escuela está conformada por diversos edificios, divididos en distintas disciplinas de danza y otras artes escénicas. He llegado a contar hasta más de treinta  tipos de modalidades. Mis clases acostumbran a ser en el edificio sur, en la segunda planta, así que casi nunca voy por los demás edificios. Por lo que sé, casi el 80% de los bailarines que practican las distintas variedades clásicas llegan a formar parte de grandes espectáculos y hasta llegan a ser veteranos en las compañías de renombre. Todo un logro.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2016 ⏰

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