4-Todo comienza.

69 8 2
                                    

La mañana siguiente amaneció con un Sol radiante. Descorrí las cortinas de la habitación que nos habían asignado en el hotel, en la tercera planta, orientada hacia el Este y con vistas al mar. Sonreí ante una imagen de tal belleza, ya que nunca había tenido la oportunidad de presenciar un albor como aquel. 

 Bajé de lo más animada al comedor y me senté a la mesa de mis primos. Los cuatro habíamos madrugado mucho para estar a primera hora dispuestos a tomar un buen desayuno,por algo es la comida más importante del día.

-¡Buenos días! ¿Listos para un día muy especial?

-Está bien que te emociones. ¿Pero tanto? Rió Alejandra. 

Sin embargo yo no me equivocaba, nuestra mañana en el pueblo no sería como ninguna otra que hubierámos vivido con anterioridad. No sabíamos todavía nada acerca de ello,ya que era la primera vez que nos acercábamos a ese pequeño y turístico lugar. 

Una vez fuera del hotel nos preguntamos si iríamos a la playa o a conocer el resto de lugares señalados en el mapa, por la joven recepcionista. Finalmente la opción de Pelayo fue apoyada por las tres.

-¿No sería mejor conocer un poco el pueblo? De este modo luego podremos movernos con mayor soltura esta tarde, esta noche o las próximas. ¡Al fin y al cabo por una mañana de playa!

-Tienes razón, Pelayo.-Contestó su hermana Natasha, acompañando sus palabras de un convecido asentimiento-Aunque hace Sol no está del todo caliente. ¿Por qué no ir a la playa por la tarde y ahora nos vamos a dar un paseo?

Seguimos nuestros propios pasos  y tras recorrer callejas recónditas, pobladas por turistas como nosotros, antiguos portales y gatos, llegamos como guiados por una fuerza superior externa a nuestro pequeño grupo a un chalet abandonado.

-¿Pero esto qué es? -Preguntó Pelayo sorprendido.-¡Si buscábamos el pasadizo por el que llegamos ayer al muelle!

En esos momentos yo estaba abstraída en mis pensamientos, sin poder alejar el Código Civil de la cabeza, cuando elevé la mirada del suelo, punto en el que la había clavado minutos atrás mientras ascendíamos por la avenida.  Mis ojos se cruzaron con un imponente chalet, cuyo exterior mostraba una gran quemadura, reflejo de una terrible historia. 

-No es el lugar idóneo para visitar. ¿O es solamente mi impresión? Preguntó Alejandra tragando saliva.

-Desde luego no es el punto turístico al que me gustaría haber llegado. Intervine sin dejar de observar el enclave.

El chalet estaba ubicado en una extensa finca, donde podrían tener cabida unos cuantos edificios, al borde de la carretera. Una verja de hierro ya oxidado presidía el camino hacia las escaleras, de la puerta de entrada de la casa. Un muro también engalanado con verja cercaba todo el recinto.

-A la vista está que este lugar perteneció a señores acaudalados. Pero...¿Por qué abandonarlo y dejarlo caer? 

-Aún se mantiene en pie, prima. Me contestó Natasha. 

-Sí, sin embargo fíjate ¡algo muy grave ha debido de suceder aquí, Natasha! 

Alejandra se adelantó decidida pero finalmente se agarró al brazo derecho de Pelayo y ocultó su cara tras la espalda de éste. No quería ver lo que acababa de presenciar, no quería. Apretando los ojos, cerrados, intentaba con todas sus fuerzas olvidarse de la visión.

-¿Habéis visto eso? 

-¿El qué? Susurré ya que mis palabras terminaron siendo poco más que un sordo murmullo. 

-¡Ahí arriba! No me diréis que no lo estáis viendo. 

-No...pu..puedo decirte...que...que no...Y actó seguido tragué saliva mientras señalaba con el dedo índice las ventanas rotas, a punto de venirse abajo, ubicadas en un pequeño mirador bajo cubierta. Aquel espacio de la casa había sido a todas luces un punto desde el que divisar el resto de casas de la avenida y los montes al fondo, ya que el chalet carecía de una tercera planta. El lugar sin duda alguna era un pequeño observatorio. Sin embargo no era la estancia en sí la que acababa de captar nuestra atención, sino algo peor.

 -Lo que ha visto Alejandra es...¡Es un hombre! 

-No-negó Pelayo agarrándose a la verja-es un espectro. ¿No os habéis fijado en su vestimenta? Parece salido de comienzos del siglo pasado ¡por lo menos!

Dando vueltas sobre mí misma con el fin de templar mis nervios, le comenté-no, no tiene por qué. ¿Acaso no puede ataviarse una persona con semejantes ropas? ¿Y sino eran suyas? ¿Y si alguien lo ha asesinado y tras cometer el crimen se decidió por dejarlo pendiendo de esa viga? 

-Será mejor que nos marchemos, chicos. Pelayo:-lo miró Natasha cargando todo el peso sobre una pierna-si mamá se entera...

-Sí, será lo mejor. ¡No me gusta para nada este sitio! Afirmó tajante Alejandra. Sin duda alguna le hubiera regalado a la primer persona con la que se hubiera cruzado, su boleto para ver a aquel hombre, espectro o lo que fuera.

Dirigí una nueva mirada al chalet y recordé su número. La casa estaba ubicada en el "número 28". En esos momentos comenzaba a levantarse aire y los frondosos árboles, que ocupaban una zona considerable del jardín, se mecían como al son de una música inaudible y fantasmagórica. 

El chalet número 28Donde viven las historias. Descúbrelo ahora