Fairytale,

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Una nublada mañana, en el césped fresco por el rocío de la reciente lluvia, se encontraba una pareja recostada en una dulce posición.

—¿Cual es tu sueño? —preguntó repentinamente el castaño, quien tenía la cabeza recostada en el regazo del otro.

—¿E-Eh? ¿A qué te refieres? —en verdad lo había sorprendido con eso. 

Tan callado había estado todo hasta ese punto, el menor disfrutaba ese silencio en verdad. Era una de las características favoritas en su relación, esa tranquilidad que le brindaba el otro al punto de sonreír por largos ratos  —aunque el pelinegro ya sonreía mucho de por sí—, una diferente a las otras, una tierna y boba sonrisa de enamorado.

—Ya sabes, tu sueño.

—Hum... Sería, graduarme con un buen promedio—soltó una de sus características risas.   

—No me refiero a una meta próxima, hablo de un sueño.

—Anoche soñé que volaba,  ¿eso cuenta?

—Eso no cuenta, tonto.

—¿A quién llamas tonto?  —le dio un leve golpe en la frente con su índice.

—Auchi...—se quejó el "mayor" sobándose la frente.

—Si vas a seguir confundiéndome...  —se recostó en el césped—.  Mejor tomo una siesta.

Dicho eso, puso sus brazos detrás de su cabeza y cerró los ojos.

—No, no duermas aún —se sentó de golpe—. Guillermo...

No hubo respuesta.

—Guille... —se acercó al oído del nombrado y susurró— ¿Cuál es tu cuento de hadas?—seguido de eso le dejó un suave beso en la frente.

Una vez más, no hubo respuesta alguna.

Samuel suspiró y se recostó al lado de su novio, cerró los ojos, esperando que ese tranquilo silencio los envolviera. Pero no fue así hasta después de aquellas palabras que lo hicieron sonreír en todo su dormitar.

"Pasar mi vida con la persona que amo"


                                                                              ◯


Nunca creyeron que se volverían a ver exactamente en ese lugar, no solo en la misma ciudad  —su ciudad natal— sino que también en esa misma esquina.
Aquella donde se encontraba la cafetería a la que iban constantemente, su cafetería, su lugar de siempre.

Era una mañana nublada como aquella, los dos iban caminando apresuradamente en direcciones opuestas, cada uno por razones distintas, y de un lugar de origen diferente.

Cada uno ocupado en sus asuntos, pero al pasar por aquella esquina, no pudieron evitar ver la puerta del café con nostalgia, y, como sacado de una novela romántica, sus hombros chocaron levemente. Por modales, se voltearon al mismo tiempo y en ese momento, sus miradas se encontraron.

Sorpresa. Eso fue lo que expresaban sus rostros, solo, sorpresa pura. 

Uno se hacía miles de preguntas y nuevas formas de empezar un conversación aparecían en cuestión de segundos. Mientras que el otro... Bueno, su mente estaba aún estaba en shock.

—H-Hola—dijo, inseguro. "Que tonto", se lamentó en su interior.

—A-Ah... Hey —respondió con simpleza mientras hacía un ademán de saludo.

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