Uno de los hombres de azul se acercó a Guillermo, posicionándolo de espaldas —El mismo procedimiento de siempre, pensó el chico—, y le colocó las esposas.
—¿A qué pasillo pertenece este? —preguntó el nuevo carcelero a otro que estaba a unos pasos de él. Una suerte para el joven Díaz que lo viera él primero.
—Ese es uno de los nuevos. Me parece que se apellida Díaz. Lo sé por cosas que circulan sobre él por ahí. Ve a preguntar, yo no sé nada más de ese...
El mayor de los de uniforme azul se percató de los restos de semen que se esparcían por la cadera del chico.
—¡Vaya, cómo te han puesto ahí dentro! —Alzó la voz, riendo a carcajada limpia.
El novato en aquel trabajo le siguió la burla, riéndose él también.
Guillermo no dijo nada, aunque tenía muchas ganas, después del humor que le había quedado al salir de las duchas.
—Llévatelo —habló el veterano. Y se rascó la barba—. Y pide que le lleven la prenda de arriba.
—Sí, señor. —respondió el chaval, que apenas tenía veintidós años.
Al final no tuvo que buscar a nadie, y que se encontró a Pierre, quien lo había parado para encargarse él del chico. Ya lo llevo yo, dijo. No te preocupes.
El menor de los polis desapareció de allí con una sonrisa de agradecimiento en el rostro. Sentía que no encajaba allí, y eso que llevaba poco más de dos semanas. El francés entendía a aquel chaval. Él había sentido lo mismo desde la primera vez que se adentró en la prisión.
El cabello castaño del de azul, se movieron, ligeramente, al caminar de vuelta al pasillo de siempre.
—¿Estás bien? —le preguntó el mayor.
A Guillermo le agradaba aquel hombre. Él y su acento francés, que le daba un toque especial.
Había escuchado a franceses hablar, tanto en su idioma natal como en español, pero él sonaba diferente.
—Sí —le respondió el chico—. Gracias.
El mayor se alegró de oír aquello.
—Sé que aquí las cosas no se hacen nada bien. De hecho, está muy lejos de esa palabra. Pero yo aquí no soy más que un peón... Siento no poder ayudarte.
—No te preocupes. A partir de ahora, no dejaré que me vuelvan a hacer nada. —Y esperó que así fuera, porque en cuanto a Samuel se refería, nunca sabía qué iba a pasar.
Pierre asintió, continuó caminando junto al presidiario hasta llegar frente a la celda de este. Una vez allí, le quitó las esposas, y lo metió de vuelta en su celda.
—¿No te has duchado? —dijo al percatarse de sus pintas— Debería traerte algo para que te limpies, antes de que alguien pueda verte. Te harán la vida imposible. Más de lo que suelen hacerlo ya.
Cuando el castaño de ojos marrones salió pitando de allí para buscar algo con que pudiera limpiarse el chico, se encontró con Bob que venía de un humor de perros.
Mierda, pensó Pierre. Si él lo ve, no sé qué podría pasar.
Sin embargo, se encontró también con Miguel quien se paró frente al jefe, como siempre peloteándole.
Quizás eso lo ayudaría a llegar a tiempo. Traerle la prenda superior y algo con lo que poder limpiarse los restos de semen.
Fue todo lo deprisa que pudo, pero cuando estuvo de vuelta era demasiado tarde.
La boquilla de una manguera, lo bastante larga, miraba en dirección a Díaz, quien se había alejado todo lo que pudo de la goma.
El francés imaginó a qué grifo la habían unido.
—¡¿Quién ha permitido esto?! —gritó el que escaseaba de pelo en la cabeza, Bob.
Había visto llegar a Pierre, quien escondía una pequeña toalla bajo la prenda superior del uniforme de presidiario.
—No lo sé, jefe —Y no lo sabía—. No quería que se disgustara y he ido a buscarle algo que ponerse.
El hombre mayor le echó un vistazo sin interés alguno, e hizo un gesto en dirección a Miguel quien se veía a lo lejos. Sabía que la señal era para que abriese el grifo.
—Como no sé quién es el responsable, te las haré pagar a ti —le dijo a Guillermo—. Al fin y al cabo tú eres quien no se ha duchado. Y ya demasiado mal huele en este lugar, como para permitirte empeorarlo.
El agua comenzó a salir, con fuerza, del extremo de la goma. Bob la sostenía apuntando al chaval, quien ahora se encogía ante la presión y la temperatura del líquido.
—¡Apártate de ahí si no quieres que...! —No quiso terminar la frase, porque la idea que se le había pasado por la cabeza le gustaba y quería llevarla a cabo.
Por un momento, no mojaba al chico, sino a su cama. Si no pillaba un resfriado o algo peor, podría considerarse un suertudo.
Pierre miró con horror la escena. ¿Cómo podía ser tan cruel ese hombre?
—Acércate, chico. Quiero darte justo de frente.
El novato no quería —o mejor dicho—, no se atrevía, a mirar en dirección a la voz que le hablaba. Tenía la sensación de que le iba a apuntar en la cara, antes de que pudiera moverse de su sitio.
—Vamos. No voy a darte mientras te acercas. Pero date prisa. Pienso que tu cama está demasiado empapada ya.
El de ojos rasgados no tuvo más remedio que hacerle caso, y como él esperaba, el agua dio de frente en su cara, cerrando sus ojos con fuerza, y tragando agua por ambos orificios. Se dio media vuelta, oyéndose el ruido del chorro chocar contra su espalda huesuda, y comenzó a toser sin poder parar.
—¡Ya basta, jefe! —Las palabras salieron con fuerza de los labios de Pierre. Casi con la misma fuerza que el agua salía por la goma.
Miguel, que también estaba presenciando la escena, estaba paralizado.
No se podía decir que él fuera una buena persona, pero incluso a él le estaba dando pena el chico que tosía.
Bob extendió una mano para que su perro faldero le diera lo que le había pedido, una pastilla de jabón.
—Puedes cortar el agua, Miguel —Le dedicó una mirada de odio al francés, y volvió la vista al chico entre rejas—. ¡Toma! Puedes metértela por el culo a gusto.
La pastilla terminó deslizándose por el suelo mojado de la celda, pasando entre las piernas del joven. Todavía tosía. Parecía que no iba a dejar de hacerlo nunca.
—¡Secad el pasillo, gandules! —Y con eso último, se perdió de vista, tranquilizándolos a todos.
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Prisioneros [Wigetta]
FanficSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...