13. Alguien más, aparte de Steve, saca la cabeza de su culo

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Domingo, 2:03pm.

Llevan besándose mucho rato. La camiseta de Steve está en la mesilla de café y la de Bucky, detrás del sofá, donde Steve la lanzó después de haber hecho un poco de tiro del lazo. Es adorable y Bucky se está muriendo porque todo lo que quiere es que este pequeño artista le diga que es suyo para siempre.

Siente como si eso fuera a hacer que todo lo demás en su vida se arreglara sólo por tener su amor, pero a medida que Steve corta el beso y comienza a desabotonar los pantalones de Bucky, diciendo: ―Deberíamos empezar con el dibujo ahora ―él aleja cualquier pensamiento amoroso de su mente.

Está siendo ridículo, se está enamorando hasta las trancas y debería, de verdad, recuperar su autocontrol. No puede dejar que estos sentimientos por Steve lo dominen todo, como la parte racional de su cerebro hace al saber que el amor es sólo un tema y que el tener a un chico que lo ame no hará que, de repente, todo en su vida funcione. En el instituto pensó eso sobre Maddie. Dio por sentado que si la tenía a ella, lo tendría todo por arte de magia o que, por el contrario, no hacerlo dejaría de importar.

Ahora sabe que el que Steve lo quiera no le conseguirá a su banda un contrato de grabación; que Steve lo quiera no servirá para que sus padres acepten su sexualidad y elecciones, de hecho, está bastante seguro de que sólo lo empeoraría.

Pero Dios, ¿no sería eso ya algo?

Steve se levanta una vez le ha desabrochado los pantalones.

―Quédate aquí ―le ordena, ¿y quién es él para desobedecer?

Bucky asiente y se queda apoyado en el respaldo del sofá, con la cabeza en la almohada que huele a Steve. Observa al pequeño artista rebuscar en la mesa por sus gafas antes de que él se acercara con languidez, las pinzara con sus dedos y se las diera a Steve. Este último se ríe y se las pone mientras él lo mira con una sonrisa arrogante.

Steve va hasta el caballete, todavía sin camiseta y Bucky quiere pasar sus manos por todo su cuerpo. La piel de Steve bajo sus dedos parece la solución a todo, una excusa para ir y morir feliz. Parece incluso una solución para su propia tristeza, aunque sabe que esa es descomunal y oscura, y que no hay nada que él pueda hacer al respecto, no de forma inmediata, puede que nunca.

Lo observa aún así y piensa en ella; el silencio de Steve es pesado, siempre lo es y se pregunta si está siquiera pensando en él. Se quita primero los pantalones y luego la ropa interior para después tirarlos de una patada al suelo. Steve lo mira; sus ojos permanecen fijos y él se niega a apartar la mirada así que no le toma mucho tiempo a Steve agachar la cabeza, predecible, con un sonrojo vistiendo sus mejillas. Bucky se ríe un poco. Ahora, por lo menos, está pensando en él.

Bucky jamás ha sentido una conexión como esta, es posible que ni siquiera hubiera podido imaginarla antes, pero aquí está, creyendo que sabe exactamente lo que Steve está pensando y sintiendo, creyendo que puede sentir su pulso contra su propio pecho de alguna forma, aunque haya espacio entre ellos.

Jesús. Libera una risa aireada cuando Steve comienza a dibujar. Los ojos del artista se mueven hacia él y él se encoge de hombros.

―Quédate quieto ―le ordena, nivelando a Bucky con una expresión seria y los labios apretados en un mohín adorable, aún cuando la diversión en sus ojos le traiciona.

Bucky se pone derecho de manera forzada, perfectamente quieto y con la mirada en el techo.

Sabe que puede sentirlo poniendo los ojos en blanco.

―Relájate y después quédate quieto ―le dice en un tono que hace que parezca que le está hablando a un crío petulante.

Bucky se relaja y gira para enfrentarlo con la cabeza todavía apoyada en la almohada, respirando su aroma. Se imagina que siguen en el sofá, todavía besándose, todavía perdidos en las colinas y valles del otro. No puede evitar la sonrisa que se dibuja en su rostro.

Draw Me Like One Of Your French GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora