El tiempo es escaso, y si tu tiempo se para volviendo a fluir en un gran transcurso de años... ¿Qué pasaría?
La joven miko de cabello blanco nunca se había hecho esa pregunta en sus 17 años de vida. Su única tarea era venerar a los dioses en el templo, para ello había sido educada desde pequeña. Pero desde pequeña oía a sus padres decir que tenía un gran futuro, de ahí que se llamase "Mirai".
Con los años solo tenía dudas, aunque seguía con su labor, no es que hubiese otra cosa que pudiese hacer.
Sus ojos púrpuras se entrecerraron, mientras el viento soplaba y mecía su cabello y las ramas de los árboles con suavidad. Eran mediados de julio, y el temporal había decidido dar tregua al calor, pues unas nubes negras se acercaban, avecinando tormenta, mientras los rayos del atardecer poco a poco desaparecían.
Se metió dentro del templo, suspirando, y poco a poco anocheció. Sus padres estaban ocupados aquella noche, pero por suerte para ella no tenía labores que hacer y pudo cenar tranquilamente, para meterse a su futón después y conciliar el sueño.
Pero la despertaron golpes y gritos. Abrió los ojos de golpe, incorporándose lentamente, asustada. Se asomó lentamente por la puerta corredera, viendo trazos de sangre por el suelo y las paredes. Se llevó las manos a la boca, temblorosa, mientras oía golpes, y tras un rato solo hubo silencio.
Y luego pasos. Lentamente se acercaban, y la chica se apartó de la puerta aterrorizada. La lluvia y los truenos sonaban con fuerza, pero la chica solo podía oír los pasos y los latidos agolpados de su corazón. Tras un rato los pasos se detuvieron, y la chica tembló asustada. Quería huir, pero sabía que el atacante sería más rápido. Entonces la puerta corredera se abrió de golpe, y la chica ahogó un grito, mientras una figura le apuntaba con una katana ensangrentada, y pudo oír una leve risa, aparentemente femenina.
-Vaya, tú eres linda, eso no lo esperaba. Supongo que los templos triunfan por las mikos.
-¿Q-Quién eres...? ¿Q-Qué les has hecho a mis padres?
-Oh, ¿ellos? Estaban en medio, así que los maté.-dijo simplemente, y los ojos de la chica se humedecieron, mientras temblaba.
-¿P-Por qué...?
-¿Por qué? Hmm...-la figura jugueteó con la katana, mientras se apoyaba en un pie.- ¿Nunca te has planteado por qué la sociedad es tan estricta? ¿Por qué todo se basa en venerar a divinidades inexistentes, que nunca te salvarán ni escucharán tus plegarias?-dijo, y tras eso hizo una pausa.-Es el miedo. La humanidad se basa en la fe para tener tranquilidad al pensar en la muerte y cuando llegue la hora final, pero todo eso son patrañas. Después de la muerte tu cadáver simplemente se descompone y vuelve a la tierra, o es pasto de los carroñeros. Pero el miedo controla a las masas y la gente se lo cree, es tan patético...
-¿C-Cómo puedes decir eso?
-Ah, claro. Tú no puedes entenderlo. Fuiste criada para venerar dioses, ¿cierto? Es tu único cometido en la vida... Bueno, ¿y si te ofrezco un futuro mejor?
-¡No sé de qué estás hablando, pero has matado a mis padres y estás perturbando el templo, así que quiero que te largues de aquí ahora!
-Ah, podría matarte en cualquier momento, y aún así te muestras valiente por el deber del templo, admirable. Eres una miko formidable, pero creo que necesitas una dosis de realidad.-dijo acercándose a ella lentamente, y la agarró por el cuello, alzándola. Esta agarró su muñeca con ambas manos intentando soltarse, y la chica solo río.
-No te resistas, esto no te matará, solo te dejará dormida por un tiempo.
La chica intentaba luchar con todas sus fuerzas, pataleando, pero poco a poco perdió la consciencia, por falta de aire. Finalmente la soltó con suavidad y se fue de allí, mientras en el templo sonaban las manecillas de un reloj que finalmente se detuvo, y caminó entre la lluvia sin inmutarse, con tranquilidad.
-Volveremos a vernos... Mirai.
[...]
-Wow... Quién iba a decir que había un templo aquí en Zeonard.
-Hmm... ¿Cuántos años tendrá?
-No sé, pero han crecido hasta plantas, y hay... ¿Sellos? ¿Qué significan?
-... Si tiramos la puerta abajo podemos ver por qué está sellado.
-N-Nos meteremos en líos, no deberíamo-
-¡Hiyaaaaaaa!
Y la puerta salió volando por la patada de la chica, que puso los brazos en jarras, mirando a su hermano mellizo.
-No ha sido tan difícil. Además, no habrá problemas, cosas como dioses son cuentos, ¿no? Los templos solo son edificios antiguos sin sentido... Entremos.
-Hmm...
Ambos entraron y miraron asombrados cómo el templo parecía estar como nuevo, aunque se les heló la sangre al ver dos cadáveres en el suelo, aparentemente recientes.
-¿Q-Qué demonios? ¿Cuánto llevan aquí?
-... Continuemos.-dijo la chica, intentando mantenerse impasible.-Pueden haber más víctimas.
-Si...
Ambos siguieron caminando aunque el chico aún miraba los cadáveres de refilón, algo intranquilo. Finalmente llegaron a una habitación aparentemente intacta, con algunas gotas de sangre en el suelo, pero no había marcas de pelea. Una chica con ropas de miko dormía profundamente en el suelo, pero fuera de su futón, así que algo no iba bien.
-Eso no es un kimono normal...
-¿D-Deberíamos despertarla?
-Supongo.-dijo arrodillándose y zarandeándola con suavidad.-Eh tú. Despierta.
La albina abrió lentamente los ojos, llevándose una mano al cuello, algo dolorida, empezando a ubicarse.
-... ¿Eh? ¿Q-Quiénes sois vosotros? ¿¡Qué hacéis en el templo!? ¿Y esas ropas?
-Eh eh, ¿por qué te molesta tanto que entremos?
-¡Es un lugar sagrado para los dioses!
-¿E-Eh?
-... Chica. Los dioses no existen.
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Tempus Fugit
De TodoLa gente no cree que el tiempo sea fugaz hasta que lo vive, pero hay gente que ha perdido el sentido del tiempo en Zeonard, o incluso que ha perdido su propio tiempo...