Capítulo 29

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Pasan varios días, y aprendo a convivir con esa laguna mental. Aprendo a vivir siendo estorbo, como si solo causara problemas. Nick tiene que cuidarme y vigilarme. No recuerdo intentar suicidarme ninguna vez. Sólo recuerdo a Nick, lo que pasó con su madre y su aventura para salvar mi vida. Recuerdo a Will como un pasatiempos, y luego todo normal. Hasta ahora. 

La laguna mental separa el antes del después. Una broma macabra de Dios. O del destino.

Nick me mira como si fuera algo frágil, delicado y único. Me mira con miedo de que me rompa.

Varias veces le pregunté porqué me miraba así, y todas las veces me respondía lo mismo. No diré lo que me responde Nick, porque lo bonito es imaginárselo. Imagínate que la persona a la que más quieres te dice algo que siempre has querido escuchar. Pero no te lo crees. 

Lo bonito es imposible de creer, mientras que lo peor es lo primero a lo que nos aferramos.

Cuando una persona te quiere, te cuida. Si no te cuida... le importas una mierda.

Valoro a Nick. Le quiero mucho. Cada día al despertar le beso. Cada noche antes de dormir le beso. Le beso siempre que puedo.

Al principio de un nuevo día (ya que tengo el alivio de estar a su lado, de saber que no hemos muerto y de saber que tenemos otro día que es nuestro) y al final de un día (ya que no tengo la certeza de si al día siguiente le voy a tener para mí, de si le voy a volver a ver, o de si le voy a poder besar otra vez).

Le beso siempre que puedo, aunque no sea el mejor momento. Un beso siempre se da en un buen momento. Y si no lo es, el beso lo hace bueno.

Miro a Nick observándome. Él está sentado sobre la cama, y yo estoy sentada frente el escritorio, escribiendo mi diario. Un diario siempre es útil, y más si tienes algo que recordar.

En mi diario escribo mis planes, mis pensamientos, lo que ha pasado a lo largo del día... escribo todo. 

Empecé a escribirlo desde que llegué del hospital. Nick me lo compró, y realmente me sirve de ayuda.

Cada vez que cierro el diario con llave beso la portada y lo guardo en el cajón del escritorio. La llave del diario la guardo en mi bolsillo.

Un día la llave se me perdió, me puse a llorar, y Nick me consoló. Me hizo una nueva llave con sus propias manos. Pasó varias tardes encerrado en la habitación, soldando, con un aparato que parece una lupa gigante, con un montón de reglas y con herramientas muy extrañas.

No sabía que una llave era tan difícil de fabricar.

Un día, Nick me dio la nueva llave del diario, pero era un collar. Un hermoso collar. Pero hermoso porque fue hecho por Nick. 

Nick me puso el collar con la llave colgando de él, y me dijo que cada vez que abra el diario me acuerde de él. No hacía falta que me lo dijera, porque mucho antes de que me regalara el collar con la llave del diario ya me acordaba de él. Me acordaba de él con cada palabra que escribía, con solo oler la tinta o el aroma que desprendían las hojas. Me acordaba de él cuando veía la llave, o simplemente me acordaba de él siempre. 

Cuando de verdad quieres a alguien le tienes en la mente siempre, hasta con la más mínima tontería: un helado, un parque, un libro, un aroma, un atardecer... El atardecer. 

El atardecer me recordaba a él. El color de su piel era exactamente el color del atardecer. Y no existe color más bonito. 

Un atardecer es hermoso, significa el principio de la noche, pero el fin del día. Un atardecer podría significar el principio de un beso, o el cierre de las flores. Pero no hay flor más bonita que los pétalos de sus labios. Y no hay principio más hermoso que el de sus besos. 

He hablado mucho de los atardeceres, porque hablar de ellos es como hablar de él. Porque él es el final de algo, pero el principio de todo.

Si pudiera morir, moriría en un atardecer. Un atardecer es el lugar más bonito para morir. Y sí, hablo de lugares, no de tiempo. Un atardecer no es cuestión de tiempo. Un atardecer es él. Y si pudiera morir, moriría en él. El lugar más hermoso para morir es al lado de la persona a la que amas. Él. Un precioso atardecer. Y como bien dije, el final de algo, pero el principio de todo. Tal vez ese final sea yo, y el principio sea la muerte, el más allá. Un último beso, una última mirada de esa persona, un último abrazo, ¿y por qué no? un último adiós.


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