Capítulo I: El Crimen Perfecto.

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Desperté, esta vez por el sonido de la alarma, siete en punto, una hora para llegar a la escuela. Me levanté estirando los brazos hacia el techo, luego de un bostezo caminé hacia la ventana y abrí las cortinas de par en par, no pude contener mi curiosidad y pasee mi vista sobre la casa de los hechos, hace cuatro horas estaba rodeada de penumbra, ya la multitud se había esfumado y habían agregado una banda de plastico amarilla rodeando el jardín, evitando que curiosos irrumpan en la escena del crimen, las patrullas seguían estacionadas en la calle, pero de ellas ya no salían luces ni sirenas.

Estaba allí de pie, frente a la ventana, tranquila, como si no tuviera que ir a clases. Sacudí la cabeza con ligereza, caminé hacia el baño, cruzando el pasillo escuché a mi madre tarareando una canción en la cocina, la imaginé con su bata de seda color menta, sus calcetines negros de peluche y un antifaz para dormir haciendo de diadema. Seguí mi camino al baño, me miré en el espejo mientras cepillaba mis dientes, había notado que la espinilla finalmente había abandonado mi blanca piel, solía pensar que cada día de verano aparecía un lunar nuevo en mis mejillas, haciendome lucir como una galleta de chispas de chocolate, y, que en invierno, cada día desaparecía un lunar, haciendo que mi piel se asemejara más a la nieve, cómo ahora, más sobre mis pómulos descansaba un conjunto de lunares, que nunca me abandonaban.

El verano estaba a la vuelta de la esquina, mi madre decía que el invierno más helado era antes del verano, por lo que, mi ropa debía ser lo suficientemente calurosa. Tomé de mi armario, que estaba hecho un completo caos, una camiseta gris, lisa, con el unico adorno de un bolsillo en la parte superior izquierda, de un montón de ropa descubrí un pantalón negro ajustado, luego de ponerme dos pares de calcetines, me calqué los botines negros militares que tanto me gustaban. Terminé el conjunto con una bufanda blanca trenzada y un sobretodo negro. No acostumbrababa a usar maquillaje, sólo un bálsamo con un color muy sutil, mi cabello era muy lacio, así que no me llevó demasiado tiempo que tomara forma, con pasarle un par de veces un peine ya estaba listo.

Tomé mi mochila y salí de mi habitación cerrando la puerta en mi espalda, bajé las escaleras y crucé el umbral de la cocina, encontrándome a mi madre recostada cómodamente de la barra con una taza de café en las manos, en la mese encontré mi desayuno, un sandwich con lechuga y una taza de chocolate caliente.

—¿Supiste lo que pasó?— Pregunté mirándola mientras daba una mordida a mi desayuno. Mamá llevaba una toalla en la cabeza, y en vez de su bata de seda menta, una bata de baño. La cocina olía al jabón de avena y miel que había usado. Negó con la cabeza y dejó la taza de café en el lavaplatos. -Asesinaron a Mary Shannlly anoche- Continué, el rosto de mamá no expresó sorpresa ni preocupación, era neutral, como un "Ya qué", ella nunca había sido de muchas palabras, por lo que había aprendido a descifrar sus expresiones, sus gestos.

—Es terrible, Mag, más tarde hablaré con los vecinos, a ti se te hace tarde.— Pude notar cierto tono de preocupación en su voz, y antes de que pudiera decir más, o de terminar mi desayuno, sonó el timbre y ella rapidamente quitó el plato y la taza a medio comer y besó mi frente, entendí que debía irme cuanto antes, había llegado su novio.

Salí entonces por la puerta trasera, al pasar por mi jardín vi el auto de John estacionado, John y mi madre se habían conocido en un bar y llevaban saliendo varios meses, el y yo jamás congeniamos, ese hombre parecía un mal chiste, mediocre e inútil, a esta hora debía estar trabajando, y por lo mal estacionado que estaba su auto, diría que fue una emergencia, la cual, como todo, inventé mil historias mientras caminaba a la escuela.

Pasé detenidamente frente a la casa , policías entraban y salían, desde la ventana brillaba la luz del flash de una cámara, había visto suficientes series policiales como para saber lo que pasaba ahí dentro.

Mi escuela era enorme, con un jardín que debías atravesar antes de llegar a la entrada del edificio, estudiantes de distintos años charlaban despreocupados, nadie sabía lo que había pasado en el vecindario más cercano, y yo, no podía esperar para contarle a alguien, buscaba el cabello castaño ondulado de Giselle, o su bolso verde neón, pero al ver la hora, probablemente ya estarían en clases. La primera clase del día era matemáticas, el profesor aún no había llegado, aproveché para contarle a la morena el episodio de hace unas horas, Gigi escuchaba la historia con atención, mientras jugueteaba con una botella de agua, ella era muy fan de las series policiales, prestaba atención a los detalles, sé que en su cabeza buscaba la respuesta, ¿quién era el asesino?.

La clase transcurrió con tranquilidad, en silencio, se escuchaba perfectamente la mina de grafito de los lápices gastándose sobre las hojas de papel.

El chirrido de la puerta hizo que todos levantaran las cabezas en conjunto, la coordinadora de la escuela estaba de pie en el marco de la puerta, sus ojos expresaban incomodidad, los mismos se posaron en mi a través de sus gafas. Sentí una corriente desagradable, algo no andaba bien. —Margaret Labelle, toma tus cosas y ven conmigo.—

Tragué en seco y arrojé mis pertenencias a la mochila, sin cuidado alguno. El tono quizá, demasiado amable de la mujer parecía esconder algo muy oscuro detrás, ¿se habían enterado? ¿cómo?. Respiraba con pesadez, intentaba pensar en una excusa creíble, mientras caminaba al despacho de la directora, la coordinadora caminaba distante e insegura, pero ella no me importaba, ¿me iban a suspender?.

La puerta del despacho estaba entreabierta, «Tiene que haber un error, ella sería incapaz de hacer algo así» Alcancé a escuchar antes de que la puerta se abriera, adentro estaba la policía, ¿tanto drama solo por eso? Esto es absurdo, seguro era una broma, me querían dar un susto. Todos callaron cuandro entré, observé a los policias, uno era alto, corpulento, con un corte militar y un bigote cuidado, este me miraba inexpresivo, el otro, de cabello negro y lentes, notablemente más joven, me miraba más bien con decepción.

—Yo...lo siento— Desvié la mirada, la coordinadora y la directora miraban todo ajenas al momento, paradas en una esquina, mirándome.

—El daño ya está hecho, no hay forma de remediarlo— Era la voz del policía de lentes, lo miré suplicante, no me podían suspender, estaba en el último semestre.

—Margaret, ¿sabes por qué estás aquí?—Preguntó la directora, dando pequeños pasos hacia mi, los policías se alertaron, como si yo fuese un peligro inminente para ella, yo me limité a asentír con la cabeza, todo sería más fácil si cooperaba.

—Margaret Labelle, estas arrestada, serás juzgada frente al juez cómo mayor de edad, todo lo que digas puede ser usado en tu contra.— Sonreí, les había quedado muy bien la actuación, casi me la creí, porque ellos estaban bromeando, ¿no?. En sus rostros sólo veía seriedad, me miraban desafiantes, analizándome.

—¿Me van a arrestar por una estupidez como esa?— Solté una carcajada que contenía aún nerviosismo, pero ellos no se reían conmigo, se miraban entre sí, sin saber cómo tomar mi reacción, ¡los había pillado! Esto sí que era tonto.

—Maggie...— La coordinadora murmuró mientras ocultaba el rostro en sus manos. —Oh, vamos, todos lo hicimos alguna vez, hasta ustedes.—Dije refiriéndome a los policias, ellos se miraron y fruncieron el ceño.—Este es un caso totalmente diferente, Labelle— Habló el oficial de bigote, su voz era gruesa y fuerte, este parecía mucho más serio que el otro, además de que el montón de cicatrices le hacian ver más rudo.

—Entonces, ¿admites haber cometido el crimen?— Me hablaba con autoridad, yo asentí con la cabeza nuevamente, la expresión de horror de la directora y el grito ahogado de la coordinadora me extrañaron, no pensaba que ellas fueran así de dramáticas.

—Disculpen, pero estoy perdiendo el tiempo, este asunto no tiene mucha importancia, así que regresaré al aula, hablaremos de esto más tarde.— Me aproximé a abrir la puerta y sentí un pinchazo en el brazo, mis ojos se sintieron pesados y las piernas debiles, el suelo congelado y oscuridad total, no escucho ni siento nada, estoy soñando.

« ¿Están seguros de todo esto? Ella no tiene pinta de hacer algo así, sólo mírala. »

«Admitió, Mike, ella lo confesó.»

« Es sólo una niña. »

Margo tiene la culpaWhere stories live. Discover now