Es un cuerpo celeste más, una roca del montón que viaja sin rumbo por el frío espacio sin sentir ni decir nada. Vive en un letargo casi infinito esperando un estímulo, algo que lo llene de un sentimiento capaz de despertarlo. Lleva tanto tiempo en la oscuridad que no sabe qué luz lo creo, ya ni su memoria le recuerda que hubo antes de la noche. Pero es el momento. Es hora de despertar y ver el amanecer.
Otro asteroide, un poco más pequeño, esta destinado ha encontrarse y colisionar con la roca que dormita. El choque no destrozará a ninguna de las dos, pero sera suficiente para un buen despertar.
- ¡Ay! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué ocurre?! - No deja de maldecir y quejarse mientras el otro asteroide se disculpa sofocado.
- ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Nuestros caminos se han cruzado y nos hemos chocado! ¡No era mi intención molestar!
La colisión ha hecho que los dos salgan disparados hacia distintas direcciones y mientras se alejan siguen hablando. Los nervios se han calmado ahora que se entiende el incidente.
-Bueno no te preocupes, son cosas que pasan.- Suelta una carcajada amistosa.
La otra roca responde con otra pero con un tono nervioso y falso, que proviene de alguien que aún se preocupa. Se crea un incomodo silencio, uno del que no se acostumbran ni aunque sus vidas se basen en él.
-¿Tú... tú de donde vienes?
-No recuerdo, llevo tanto tiempo viajando que no recuerdo nada. De hecho casi me pierdo en mi propia cabeza... en cierto modo me has ayudado sacándome de mi limbo.
-Con eso me siento un poco mejor.- Una verdadera risa salió de él.
Mientras se hace otro silencio las rocas se alejan. Tienen tanta velocidad que dentro de pocos minutos no podrán escucharse. Tendrán que volver al silencio y a la soledad. Los dos desean hablar pero ninguno tiene la habilidad necesaria como para mantener una conversación fluida. La idea de que no volverán a hablar en un tiempo les hace coincidir y hablan los dos a la vez.
- Dime, dime. Habla tú.- Exige el recién despertado.
-Ah bueno nada. Solo quería despedirme y saber...- Se produce su primera interrupción y le recorre una sensación fría.
-¡¿Podrías hablar más fuerte?! ¡Casi no te escucho!
-¡Te preguntaba si te habían dado un nombre ya!- En sus palabras se notaba una enorme curiosidad, como si el tema de los nombres le rondara en su cabeza cada dos por tres buscando respuestas.
- ¡Que va amigo! ¡No tengo tanto prestigio!
Espera un rato para que su fugaz amigo formule otra pregunta, pero no llega nada. La otra roca es un punto en la distancia, es imposible hablar ya. Seguramente la respuesta que dio no llegase bien, o directamente se quedara en la oscuridad viajando sin llegar a ningún receptor, como ellos dos. Ahora vuelve a su vida cotidiana, pero esta vez es más aburrida que antes; después de conocer la compañía y ese agradable, aunque incomodo, intercambio de palabras quiere hablar y no sentirse solo, algo que antes le era indiferente porque no lo conocía.
Tras unas horas siente que algo tira de él. Es algo extraño para el asteroide, está sintiendo por primera vez la atracción de la gravedad. Siente que algo le está atrayendo pero no sabe qué es o hacia donde se dirige. Es una fuerza suave y agradable que le hace cambiar de nuevo de rumbo. Pasan un par de horas y cuando se da cuenta algo grande, lo más grande que ha visto, se encuentra a su derecha. No lo identifica.
-¡Hola asteroide! .- El asteroide se asusta, no sabe de donde viene esa voz. Es una voz fría y áspera que retumba en todas sus rocas.- ¡Soy yo, pequeño! ¡El planeta!
ESTÁS LEYENDO
Rey de corazones
RomanceUn curioso asteroide entra por primera vez en nuestro sistema solar y se va encontrado a los planetas. Cada uno actúa de distinta forma frente al Sol; unos luchan por tenerlo más cerca, otros se lamentan por estar lejos de él, otros huyen... Pero lo...