Ariadna.

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Esta historia comienza en un pueblo de origen español de cuyo nombre ya nadie se acuerda, no lejos de ese pueblo vivía una familia que gozaba de buena fama y gran reputación. Aquella familia tuvo una hija, la cual nació con un "desagradable" aspecto, su pelo era blanco y brillante como la nieve, ademas en su cara resaltaban dos colores en los ojos pues uno era de color azul celeste y otro con un tono rojizo el cual recordaba a las mismísimas llamas del infierno. Aquella niña se llamaba Ariadna.

Ariadna creció en aquel pueblo un poco apartada del resto de niños, ni ella quería relacionarse ni ellos mantener una relación amistosa con ella. Su vida para ella estaba completa, ella quería la soledad. Hasta que un día, sus ojos de colores opuestos se fijaron en un hombre, cuyo nombre se ha perdido. Ella se enamoró locamente de él, mas no podía mostrarle sus sentimientos, debido a su timidez. Los años pasaron y ella seguía estando enamorada de él, pero no encontraba el momento. O no quería verlo.

Muchos años estuvieron juntos en el instituto y carreras de universidad pues ambos eran militares de rango bajo. Ambos cabos bajo las ordenes del mismo sargento, bastante había pasado desde que estaban en sus grados. Ya se conocían de operaciones militares de antes y ser del mismo pueblo.

Quizás por estilo o quizás por llamar la atención ella se tiñió el pelo de morado claro para ocultar su pelo blanco natural,eso hizo que un día ese hombre al cual ella amaba le lanzase un cumplido. Ella llena de felicidad se dijo así misma "mañana le diré lo que siento por él". Entre pensamientos y tribulaciones, ella se vio viviendo la vida perfecta y tranquila que siempre había querido tener con él.

Ese mismo día el cual ella se había perfumado y peinado de forma perfecta, en su despacho a la hora de salida, le vio a él y a otra mujer la cual le estaba besando apasionadamente, al acabar ese beso le llamo cariño eso la dejo destrozada, acto seguido él la miró y le dijo con tono tranquilo: ¿Que desea cabo? Ella no dijo palabra y se marcho cabizbaja sin un gesto en su rostro, pálida, tal palidez que aun a día de hoy lo lleva en el rostro recordando aquel trágico momento.

Ella no pudo dormir aquella noche pensando como iba a torturar a aquella mujer, cuando se le ocurrió un plan para acabar con ella. La llamaría a su despacho para hablar con la escusa de ser compañera de su marido y allí mismo la mataría. Su plan era genial, lo puso en practica sin guardar reparo en lo que pudiera ocurrir.

Cuando ella entro en la habitación se abalanzó sobre ella con un cuchillo, después de dañarla el brazo le atacó el otro y se lo doblo dejando la indefensa. Durante 4 largas horas la estuvo torturando en su despacho hasta que finalmente ella clamó su propia muerte. Ariadna dijo: Como quieras. Le rebanó el cuello en dos. Inocentemente en aquel momento el hombre que deseó que fuese su marido la vio con la cabeza de su actual mujer. De inmediato llamó a las autoridades pero ella salio corriendo sin pensarlo dos veces mientras se hacia a la idea  de que la vida que ella soñaba tener se deshacía como ceniza en su boca debido a unos celos. 

Durante mucho estuvo escapando de las autoridades, hasta que un día mientras ella se arrastraba por el fango después de otra escaramuza, un hombre de rostro oculto por un sombrero de ala ancha y vestido con una gabardina marrón oscuro se le acerco y le dijo: Creo que pretendes escapar de ellos. Ella guardó silencio. Él la miro y dijo una vez más: Yo puedo salvarte pero tienes que creer en mi. Ella dijo: ¿Como voy a creer en un desconocido?- Comete un acto de fe y veras lo que yo te ofrezco. Ella lo miró una vez más y oyendo las sirenas de fondo aceptó. Este misterioso hombre sacó un farol de color verde luminoso en el cual se oían voces de lamento y alegría, de dolor y alivio  de su manga y en ese momento se dio cuenta de que su destino estaba en manos de ese hombre. Él la dijo con tono tranquilo: Dame la mano. Ella extendió su mano y sintió como su alma y su cuerpo viajaban en armonía y paz. Se sintió libre, y en esa armonía oyó la voz de el hombre que le decía: Ahora tu cuerpo y tu alma me pertenecen pero no te preocupes no sufrirás, pero me acompañaras en todas mis aventuras y viajes tanto en este como en el otro mundo. Ella pensó para si misma "esta es mi eterna redención".

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