Esa noche apenas pude dormir, el sólo hecho de saber que Fidel se encontraba en la habitación continua y que la última vez que habías permanecido una noche en esa casa nos habíamos escapado al lavadero para dejar fluir nuestro amor, me puso nerviosa y me desvelé por completo.
No había caso que siga recostada por lo que me levanté por una taza de leche tibia y me senté frente a la televisión a ver una película en blanco y negra que estaban pasando en el canal público; nada que destacar pero ciertamente más interesante que la novela de la tarde. Me tapé con una manta y la miré hasta que mis ojos se cerraron por completo.
Al día siguiente desperté sólo porque un rayo de sol me dio de lleno en el rostro. Odiaba despertarme por cualquier otra razón que no fuera la música que había elegido para la alarma en mi teléfono, pero ese día fue diferente porque al girarme me encontré con el rostro de Fidel recostado en el sofá mientras que su cuerpo estaba incómodamente apoyado en el suelo.
-Buenos días... -dije acariciando su rostro. Fidel comenzó a abrir sus ojos de a poco hasta que se encontró con mi rostro sonriente; nunca pensé volver a despertarme y encontrarlo a mi lado. No en la situación que me hubiera gustado, pero algo era algo.
-Buenos días –respondió con voz roca estirándose levemente. Se reincorporó y se sentó donde le había dejado un lugar. Él traía una manta, seguramente no había pasado frío, pero se notaba que no había sido su mejor noche.
-¿Qué hacías aquí?
-Oh... me levanté por agua y te vi acostada –responde distraídamente aunque claro que necesito que continué, eso no había sido una buena explicación. –Pensé en llevarte a la cama... pero ya no eres una niña como antes así que me senté a observarte hasta que me quedé dormido.
-Pudiste pescar un resfriado –lo regaño pero en realidad no puedo dejar de sonreír. Me acerco un poco más a él y lo abrazo; lo siento rígido de inmediato, pero no lo dejaría ir hasta que me responda. –Gracias por preocuparte por mí.
Eventualmente lo hace, sus manos frías se cruzan por detrás de la parte desnuda de mi cintura y me acerca a su cuerpo. Mis rodillas están sobre sus piernas y su cabeza se apoya durante unos segundos en mi hombro mientras ruego que no sienta mi corazón desenfrenado en alguna parte de su cuerpo.
-Bueno, hay que empezar a mover a los muchachos –digo separándome un poco de él, pero me detiene sujetándome por los hombros. En sus ojos encuentro una mirada seria que desciende hasta mi pecho y de nuevo a mis ojos, no es que tuviera un pijama atrevido, nada de eso, sólo una musculosa, pero él realmente parecía un poco asombrado. -¿Qué?
-No me acostumbro a verte tan cambiada –susurra soltando unos de mis hombros para acariciar mi mejilla. –No puedo creer que ahora eres una mujer, no puedo creer que me perdí todos esos años.
-Bueno, yo estuve desaparecida los últimos cuatro años Fidel, no es que estuviste tan presente –lo tranquilizo sonriéndole y besando su mano antes de quitarla de mi rostro. Dos segundos más de su tacto me obligaría a besarlo y no podía hacer eso, no en aquel momento.
-La Piera que yo recuerdo tenía apenas 14 años, 15 como mucho –dice mirándome a los labios, yo sé que miró mis labios una fracción de segundos. –Y ahora eres incluso más hermosa que antes y yo...
-Fidel –digo con voz temblorosa.
-Lo lamento –larga tratando de huir, pero lo obligo a quedarse sentado y sujeto su cara con mis manos. Él corre sus ojos y siento sus mejillas arder en mis manos. –Debemos despertar a los muchachos.
-Lo sé... -me acerco a él despacio, sin ánimos de asustarlo, sabiendo que debía esperar, sabiendo que si lo asustaba podría perderlo para siempre; pero quería, necesitaba besarlo. –Déjame hacerlo, sólo una vez, sin pedir explicaciones ni entrar en pánico... por favor.
-¿Hacer qué? –consultó sin mirarme.
-Sólo no me apartes, sólo trata de recordar –digo apoyando mi nariz en la suya.
Tengo los ojos cerrados, no quiero ver si él está asustado o nervioso, no quiero saberlo, así que simplemente buscó su boca a tientas y me encuentros unos labios humedecidos y un aliento cálido. Con temor acerco mi boca más a la suya y empujo mi lengua en busca de alguna respuesta.
Pasados unos segundos sus manos se aprietan bruscamente en mi cintura y me arrastra hasta dejarme a horcadas sobre él. Sus labios devoran los míos, una de sus manos va a mi nuca para acercarme más a su rostro y tener más acceso a mi boca; presiono mi pelvis contra la suya y un gemido dulce escapada de su boca acelerando aún más mi corazón.
-Piera... -jadea y me separo de él con la respiración pesada. Ahora sus manos están en mis mulsos y los acarician lentamente. -¿Qué es...?
-Shhh –besos sus labios una vez más y me aparto. –Sólo trata de recordar Fidel, por favor, recuerda rápido.
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Trilogía Imposible: 3. Pide un deseo
Teen FictionPrecuela: 1. Imposible 2. Queda Prohibido Cuando todo parece que está perdido ¿Podrá el deseo cambiar el rumbo del destino de este amor imposible? ¿O quedará prohibido para siempre? Advertencia de contenido. Todos los d...