Our Little Secret [Larry Stylinson One Shot]

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Harry se encontraba en la esquina de la cama, mordiendo sus labios y tragando las lágrimas.

Cerró los ojos por un momento, la música retumbaba en su cabeza, y las sonrisas de sus fans estaban permanentemente clavada en su memoria.

Podía sentir la adrenalina de estar en el escenario, aunque no lo estuviera, y podía escuchar sus gritos, sus llantos y sus voces. Sentía la presencia de sus compañeros a su lado, disfrutando como él, dando lo mejor de sí para hacer el show inolvidable. Podía sentir aquella mirada azul sobre su cuello, su voz de ángel que sobresalía de la multitud. Lo sentía tan real, lo sentía como si lo estuviera viendo y escuchando en este mismo momento.

Pero no lo había visto en, ¿minutos?, ¿horas?, ¿días? No lo sabía, porque el tiempo parecía no tener sentido cuando no se encontraban juntos.

Levantó la mirada para ver aquel viejo reloj que colgaba sobre la pared, habían pasado minutos, aunque había parecido una eternidad.

La puerta abierta de la habitación dejaba ver la mesa del centro, aquel intento de cena ya estaba frío y las velas gastadas, arruinando lo que se suponía que sería una noche perfecta. Pero no, todo se arruinó cuando ese hombre viejo y feo lo buscó para las fotos, porque... al parecer no habían salido muchas fotos HQ en unas semanas, y las fans estaban empezando a hacer teorías tontas, tontas pero reales.

Escuchó el golpe de la puerta y corrió rápidamente descalzo, esperanzado... tratando de evitar aquellos trozos de cristal de la copa que había roto hace rato, pensando que así calmaría un poco de su furia, aunque no sirvió absolutamente para nada.

Abrió la puerta, ocultando una sonrisa con la manga de su sweater, sonrisa que se esfumo al instante. Se podía ver la decepción en sus ojos verdes, pues allí no se encontraba nadie.

Asomó la cabeza y miró a los lados, cuando pudo notar a John y Paul arrastrando a una adolescente de cabello largo, muy muy largo y rubio, y unos ojos grises, que pataleaba y gritaba su nombre. Se sintió impotente, porque él no podía hacer nada para acercarse a ella sin sufrir consecuencias.

Tomó una bocanada de aire y dio un paso hacía atrás, cuando estuvo a punto de cerrar la puerta notó algo en el suelo. Se arrodilló y se encontró con un pequeño oso de peluche, una bolsa de dulces y una carta. Una pequeña, muy pequeña sonrisa se asomó en sus labios cuando tomó todo entre sus manos.

Volvió a la habitación, y cerró la puerta con el talón de su pie, colocó el oso de peluche sobre la mesa de luz, comió algunos dulces y apoyó su espalda sobre la pared, estirando sus piernas, leyendo la carta.

A Harry le gustaba leer las cartas que sus fans le mandaban.

Les gustaba leer como le decían que él era su héroe, sus salvavidas, como One Direction había influenciado en su vida y ese tipo de cosas cursis. Porque eran cursis, y las había leído miles y miles de veces entre las cartas y los tweets que recibía a diario, pero no le importaba, siempre se sentía como la primera vez.

Caminó un poco y guardó la carta en una caja de color café, junto a la otra centena que había recibido en este tiempo. Porque sí, habían pasado solos unos días en Australia pero aún así había recibido cientos de regalos, cartas y carteles, y él los leería todos. No dejaría pasar ninguno.

Era extraño para él aún, a pesar de todo este tiempo, siempre se sentía como la primera vez y él quería responder cada una de aquellas cartas, porque sabía que ellas nunca entenderían como habían influenciado en su vida, como la habían cambiado y que ellas eran las responsables, solamente ellas, que ahora One Direction se encontrara a miles de kilómetros de sus hogares para terminar de hacer un gran y exitoso tour.

Así que sí, a él le gustaba leer las cartas, sobre todo en momentos de depresión y cansancio o cuando se olvidaba porque aguantaba todo lo que estaba aguantando.

Uhm, tal vez, solo tal vez, leería otra esta noche.

Volvió a acurrucarse sobre la cama, abrazándose a si mismo, y cerró los ojos prometiéndose no dormirse, solo descansaría los ojos un poco y lo esperaría, no importaba cuando tiempo, pero lo haría.

......

Estiro la mano y apagó aquel sonido ensordecedor, apretó los ojos fuertemente para luego abrirlos nuevamente. La cabeza le dolía y mucho.

Cuando la luz del sol le pegó en la cara y sus pupilas parecían prenderse fuego se dio cuenta de lo que había hecho, y se maldijo a si mismo por hacerlo.

Trató de moverse pero sintió un peso en su cadera que se lo impidió. Dirigió la mirada hacía allí y un enorme brazo tatuado lo estaba abrazando. Giró su cuerpo para encontrárselo detrás de él.

Llevaba la ropa de la noche anterior, y cuando Harry estiró las piernas notó que también traía aquellos incómodos zapatos. Pero a pesar de todo, parecía dormir tranquilamente.

Y entonces lo comprendió.

No importaba cuantas noches él se quedara llorando y esperando por él, cuantas cenas arruinadas tendrían, cuantas fotos HQ con Eleanor aparecieran, cuantas cámaras lo seguirían durante el día y la noche porque al final de todo, él siempre amanecería a su lado. No importa cuanto tiempo pasara, todas las mañanas sería lo mismo, porque él no sería capaz de dejarlo amanecer solo, él lo arroparía entre sus brazos, secaría sus lágrimas, y lo cuidaría de las pesadillas.

Era su secreto, algo doloroso, porque morían por gritárselo al mundo, pero no podían, no podían hacerlo. El mundo no estaba listo para saber sobre aquella relación de dos mejores amigos que se enamoraron mutuamente y estaban dispuestos a luchar contra todo por aquel amor.

Harry sonrió y se acercó a él, depositando un largo y dulce beso sobre su frente y cuando se alejó pudo ver aquellos impactantes ojos azules abiertos, aquellos que con una mirada, atravesaban su alma, aquellos ojos que escondían más cosas de lo que alguien podría imaginar alguna vez, pero Harry las sabía, solo él las sabía. Él le había confiado todo a Harry, todos sus secretos, todas sus fantasías y él las escuchó paciente, una por una.

Acarició su mejilla y cuando una sonrisa se dibujó en sus labios tan deseables, no se resistió y los capturó en un gran y apresurado beso, encontrando su lengua con la suya, saboreando su dulce sabor.

Y sí, no importaba más.

Este sería su despertar por muchos años, aquella mirada azul lo mirará con amor solo a él, esos labios siempre serían suyos, y nada, ningún contrato, ni una novia falsa, ni ningún otro papel podía impedirlo.

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