Bring me to life.

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Estaba sentada en mi silla junto a la ventana, viendo sin ver el gran jardín, maravillada con los colores de sus flores. Sentí que se me acercaban y mi mente comentó a inquietarse, curiosa por saber quién era, hasta sentir su voz.

-Hola hermosa, ya estoy aquí.-Me saludó sentándose a mi lado y dando vuelta mi silla para que pudiera verlo. Quise sonreír, darle una muestra de que estaba me alegraba el que hubiera llegado, sin embargo, me quedé mirándolo sin hacer nada, más que internarme nuevamente en mis recuerdos.

Entonces, recordé el día que lo conocí. Fue en el hospital. Yo estaba llorando en un pasillo, completamente destrozada y él se me acercó preocupado.

-¿Estás bien?-Fue lo que me preguntó e inmediatamente levanté la cabeza sorprendida de que alguien me hubiera encontrado, creí estar bien escondida.

Lo miré entre lágrimas, tenía el cabello castaño claro y los ojos verdes, era alto, mucho más alto que yo, sin embargo, no parecía mucho mayor. Él también pareció escanearme, seguramente parecía una bruja, con mi corto pelo negro despeinado y mis ojos hinchados de tanto llorar. Se detuvo observándome demasiado tiempo los ojos, más de lo que me gustaría, hasta que se sentó junto a mí.

– Creo que no fue una buena pregunta la que te hice ¿Verdad?- Sonrió con una mueca mirando al frente, mientras se agarraba las piernas con sus brazos.- Estás llorando en un hospital, eso no puede ser nada bueno.-Hizo una pequeña mueca que resaltó el hoyuelo de su mejilla derecha, la que yo podía ver.

Me limpié las lágrimas con la manga de mi remera y sorbí la nariz mientras con la mano izquierda acomodaba un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. Miré su perfil, confundida, durante unos minutos, antes de que él se girara a verme.

-Mi nombre es Mark.-Dijo ofreciéndome su mano, bajé la mirada hasta ésta, y luego volví a levantarla, observando sus ojos. Algo en ellos me hicieron confiar, por lo que levanté también mi mano, estrechándola con la suya.

-Yo soy Lucila.-Respondí haciéndolo sonreír.

-Lindo nombre.- Me sonrojé soltándole la mano y volviendo mi mirada al frente, como si la pequeña mancha en la pared blanca fuera de lo más interesante.- ¿Por qué llorabas?- Mi corazón se estrujó al recordar el motivo, y apoyé el mentón en mis rodillas, mientras las abrazaba con mis brazos.

-Mi... mi padre.-Susurré sintiendo las lágrimas picar nuevamente en mis ojos. Sentí más que ver cómo su atención estaba puesta en mi y volví a mirarlo.- Está enfermo. Cáncer.-Solo esas tres palabras fueron suficientes para que el llanto me volviera a consumir, pero esta vez no estaba sola, él me consolaba.

Ese día le conté toda mi historia. De cómo mi madre había muerto cuando yo tenía cinco años, en el parto de mi hermano, quien murió una semana después. Cómo mi padre, consumido por la depresión, perdió su trabajo y casi quedamos en la calle si no fuera porque mi abuela, su madre, nos había llevado a su casa a vivir. Cómo mi padre tardó un año en recomponerse y volver a ser quien era y cómo, cuatro años después, le diagnosticaron cáncer de pulmón. Y finalmente, cómo, luego de tres años de quimioterapia y una eterna lucha, el tratamiento no dio resultado y se estaba muriendo.

Mark no se apartó de mi en ningún momento y escuchó cada palabra con atención, consolándome cada vez que me quebraba.

Dos semanas más estuve en el hospital acompañando a mi padre. Y él no faltó ningún día.

Todas las tarde, ni bien salía del colegio, él veía a sentarse junto a mi en la sala de espera hasta que llegaba el horario de visitas en el que entraba a la habitación de mi padre. Yo había tenido un permiso especial para faltar a las clases y cuando se lo dije, se ofreció voluntario para ir hasta mi colegio a pedirle mis tareas a mis profesores, luego de consultarlo con mi abuela, claramente.

Bring me to Life.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora