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-Ikebukuro, 2 meses antes-

En algún lugar desconocido

21 de abril, altas horas de la noche

Izaya había llegado a resignarse a que nunca sabría la razón que había tras su encierro. Después de todo, apenas tenía las fuerzas suficientes para permanecer despierto. De brazos cruzados, permaneció sentado en la esquina de aquel cuarto blanco que había empezado a reconocer como su nueva "guarida". Pensando en aquello, terminó por soltar una sonrisa antes de permitir perderse en la inconsciencia que, de manera reciente, era lo más parecido que tenía a conciliar el sueño.

Cuál sería su sorpresa al ver que, cuando abrió nuevamente los ojos, no se encontró con los brillantes paneles blancos que formaban aquella endemoniada jaula en la que había estado por demasiado tiempo. En cambio, a su alrededor se alzaban paredes de ladrillo desgastado y un techo en condiciones igual de lamentables. No trató de levantarse de donde fuera estuviera recostado, sino que permaneció inmóvil y a la espera de que algo lo obligara a levantarse.

Únicamente cuando escuchó pasos aproximándose a él, fue que Izaya trató de incorporarse. No pudo evitar mostrar sorpresa cuando entendió quién era el recién llegado. Después de soltar una exclamación, éste no perdió tiempo en llegar a su lado.

—¿Shinra? —se vio preguntando el informante mientras las manos de su amigo le palpaban el rostro.

El informante pensó entonces que quizá tenía un peor aspecto del que podía llegar a imaginarse. Creyó también que Shinra lo abrazaría como alguna vez hizo en la secundaria, pero, para suerte del informante, el joven médico detuvo sus impulsos.

—¿Estás bien? —le preguntó Shinra con media sonrisa. Izaya no supo qué decir. Para sus adentros temió que lo que sucedía no fuera más que una ilusión, pero, al final, optó por confiar en que Shinra había dado con él.

—Sácame de aquí —pidió en voz débil.

Si querían saber que había pasado, aunque ni el propio Izaya era capaz de hacerse una idea, tendrían que esperar. En respuesta, Shinra asintió enérgicamente antes de hacer que Izaya se apoyara en sus hombros. Dada su debilidad actual, Izaya aceptó la ayuda ofrecida y fue de ese modo como se vio conducido al exterior.

Durante el camino, Izaya pensó que se dejaron escuchar sonidos al fondo del cuarto, pero no se detuvo a siquiera pensar en qué podría haberlos generado. Sin embargo, fugazmente creyó que le resultaban familiares...

Shinra se sorprendió cuando, viéndose rodeados por altos árboles, Izaya dejó escapar un suspiro. Un suspiro de alivio. El médico supuso que Izaya llevaba dos meses sin respirar aire fresco. Notando que Celty aún seguía explorando el interior de aquel complejo subterráneo, Shinra decidió aprovechar para examinar al informante. Éste prácticamente se dejó sentar por Shinra al pie de un grueso tronco.

Shinra notó entonces la piel cetrina de Izaya y cada una de las marcas que le indicaban la falta de sueño padecida. Viendo que nada de lo que traía en su maletín le serviría de momento, Shinra se unió a Izaya en el suelo.

—¿Cómo...? —creyó escuchar decir al informante quien tenía la mirada perdida.

Shinra pensó que Izaya no estaría en condiciones para tener una conversación fluida, pero decidió contarle como el interrogatorio de Shizuo a un sujeto extraño los había conducido hasta él (se prometió preguntarle al guardaespaldas qué había hecho con el hombre). No supo si Izaya le habría entendido o siquiera si había captado el que Shizuo lo buscó desde el día en el que supieron de su desaparición.

Shinra iba a decir algo cuando vio a Celty acercarse hasta ellos. Le puso una mano a Izaya sobre el hombro y luego se lo llevaron de aquel lugar, al que no volverían sino hasta después de varios días.

El Segundo del InformanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora