Chapter 3: Ellas danzan solas

107 18 3
                                    

19 de noviembre de 1999.

Esa noche no has dormido. Victoria te ha acompañado en el insomnio. Se quedó a tu lado, todo lo que fue esa noche. Cerca del mediodía, los dos salisteis camino a encontraros con Jade. Viajasteis en autobus hasta llegar a vuestro destino. En todo el viaje, miraste por la ventanilla. Llovía y las gotas se dibujaban en los vidrios. Tu novia, sentada a tu lado, apoyó su cabeza en tu hombro y entrelazó su mano con la tuya. Te besó por encima de la sudadera, prometiéndote que no se alejaría de ti. Que siempre, a pesar de todo, estaría a tu lado.

Llegasteis a la esquina de el barrio Salamanca y te quedaste estático, unos segundos. Victoria te increpó con la mirada y preguntó si estabas seguro. Si te querías volver. Pero ya estabas ahí, no ibas a caminar hacia atrás. Otra vez, no.

Entonces ingresaste a la Asociación de Abuelas De La Plaza De Mayo.

Os cruzasteis con varias mujeres que iban y venían. En la secretaría, os indicaron que podíais esperar sentados en un banco, enfrentado a la dirección de la institución. Los tres estabais en pleno silencio. Solo veíais caminar a las abuelas. Abrían y cerraban puertas. Puede que se reían de algo, pero se notaba esa tristeza infinita en sus ojos. Todas llevaban las fotos de sus hijos pegadas del lado del corazón de su vestimenta. Entonces, crees suponer que cualquiera de aquellos que están en su pecho, podría ser tu madre o tu padre. Tienes en claro que María Rosa y Carlos, no son tus padres. No los sientes tuyos.

Allí dentro, comenzaste a averiguar sobre tu origen.

Entregaste tu muestra de sangre -ya habías visitado, días atrás el Hospital Durand, donde te pincharon y extrajeron tu sangre- y te dijeron que meses (o años) después se podría sacar esa gran duda. Te explicaron que deben compararlas con todo el banco. Llevaba su tiempo. Eso sí, te agradecieron el ir ahí y querer sacarte la duda sobre tu identidad. Y también agradecieron a tu novia y hermana, por haberte acompañado. Por saber que no estas luchando solo.

Llegaste a tu casa y Victoria abandonó su bolso sobre el sillón. Se sentó en una lateral de la mesa y tú ocupaste la punta. Te mirabas los dedos y los movías con nerviosismo. Tu madre se quita el delantal y lo apoya sobre la misma. Os observa a los dos y acomoda el lugar vacío, entremedio.

-¿Pasa algo? -pregunta, mirándoos como los dos llevan sus miradas perdidas.

-Muchas cosas pasan -habla tu hermana.

-Fui a Abuelas -escupes y tu mamá te mira de inmediato, extraña- me saqué sangre y voy a esperar el resultado porque dudo de mi identidad -pero no te dice nada. Se queda muda- necesito que me digas la verdad. ¿Soy vuestro hijo?

-¿Q-qué preguntas, Emanuel? -y ya empieza a titubear.

-Si te queda un poco de dignidad, dime la verdad.

-Esa es la verdad, hijo...

-Pero no te creo. Hay miles de pruebas que me llevan a saber que yo no soy tu hijo -se la ven los ojos brillos en su rostro. Quiere llorar. Años atrás, la hubieses abrazado, pero éste no era el momento.

-Mamá, tú misma contaste que, después de mi nacimiento, no pudiste tener más hijos -Victoria mete el dedo en la yaga.

-Bueno, pero después lleg...

-¡Llegó nadie! ¡Nadie llegó! -la interrumpes de un grito- ¡Necesito que me digas la verdad! ¡No me mientas más! ¡Por favor te lo pido! ¡Si tanto cariño me tienes, no me mientas! -golpeas la mesa y tu hermana te pide que te calmes- ¿Soy hijo vuestro o no?

-Y-yo... después del nacimiento de Victoria... es verdad, no pude tener más hijos. Me sentía muy mal por no poder procrear más -la escuchabas con atención- un día para el otro, t-tu... tu padre llegó a casa con un bebé. Y-y, y ahí llegaste tú -ahora a ti se te llenan los ojos de lágrimas y Victoria esta sorprendida por lo que escucha- yo pensé que tu padre te había conseguido por buenos medios...

Incógnita | Jarry | {Adaptación}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora