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Vagando por los desiertos de mi mente, no veo una gota de vida. Te escucho gritar mi nombre en la lejanía, pero la arena me impide correr y las lágrimas ver en este desierto en el que siempre es de noche y susurra el viento.

Cuando te veo, voy hacia ti, pero la oscuridad me traga, y estoy nuevamente sentada en la esquina de una habitación gris, sin puertas ni ventanas, y la sangre corre por mis brazos. Siento un escalofrío y veo como la vida se me escapa.

Entonces aparece una puerta, y apareces tú. Me levantas y me abrazas, y juntos salimos de aquella habitación.

Pero ahora nuevamente estoy en el desierto, al borde de un acantilado. Miro alrededor y no veo nada que no sea soledad. Las lágrimas nublan mi vista, y cuando ya me he tirado, siento tu mano en mi hombro.

Caigo y sigo cayendo por lo que parece una eternidad, hasta que llego al fondo de un profundo pozo.

Escucho una canción resonando dentro de mi cabeza, y antes de que me de cuenta, el pozo se está llenando de agua y me estoy ahogando. Pero escucho tu voz, así que me dejo llevar por tus brazos. La sangre sigue corriendo. Antes de que me de cuenta, estoy en un cuarto blanco, vendada, y me tienes de la mano. Entonces lloramos juntos, siento tus labios contra los míos, y tus brazos a mí alrededor.

Pero poco después estoy en medio de un océano oscuro, en un bote con un farol muerto, y con remos podridos reposando a los lados. Aunque sabía que a ningún lugar llegaría, y que mi esfuerzo no valía de nada, comencé a remar. Y por más que remaba, más inútil me parecía.

Pero entonces, veo unas gaviotas, luego la orilla de un playa, y el amanecer. Pero entonces los remos se rompen, y debo llegar nadando. Y ahí estabas tú, y cuando te rodeo con mis brazos, te conviertes en cenizas. Y estoy sola de nuevo. Siento como unos brazos me arrastran al mar, a las profundidades, a unas cavernas, donde hay cientos de miles de esqueletos, y el próximo, y lo sabía, sería el mío.

Escucho risas, carcajadas, murmullos y susurros alrededor mío, siento como me señalan y ríen de mí, como ríen de mi soledad, de mi aspecto demacrado y de mis cicatrices. Y una vez más, logro romper las cadenas y llegar media muerta a la orilla.

Y ahí estas tú de nuevo, tú, ella. La arena se oscurece por nuestras lágrimas, pero cuando abro los ojos, solo abrazaba el aire. Y aquella habitación aparece de nuevo. Y la sangre corre, llena el suelo, mis brazos y piernas, mi rostro, mis manos. Frente mío hay un espejo, y en él solo veo a mi sombra destruida y cubierta de sangre, una coraza vacía, sin sentimientos, porque es incapaz de sentir en el estado en que está, alguien solo y triste pero ella... esa sombra... no soy yo. No puede serlo. Así que vuelvo la cabeza, caigo contra el suelo, escucho nuevamente las risas.

Siento algo en mi hombro, y, pensando que eres tú, sonrío, pero al darme vuelta, me veo a mi misma, cubierta de sangre, rompiéndome en pedazos, y cuando pestañeo, la habitación se llena de maniquíes colgando del techo. Vacíos, sin expresión, como yo. Pero esa no soy yo.

Despierto días después, en la cima de una montaña. Nieva y hay viento, y estoy acostada sobre nieve ensangrentada. Me levanto en silencio. Veo a lo lejos el humo de una fogata, y cuando voy llegando, veo emerger un castillo. Al abrirse las puertas, me encuentro en la habitación gris de nuevo, pero esta vez hay una puerta, y al abrirla, llego a un pasillo de celdas. Dentro de cada una hay una persona, llena de cicatrices, heridas y destruidos. Yo misma salía de una celda, y me duele reconocer rostros.

Al salir del pasillo me encuentro corriendo por un bosque, huyendo de algo desconocido. Y cuando en cierto momento caigo, me pego en la cabeza, y siento una mano fría golpeándome una y otra vez. Siento sus dedos alrededor de mi cuello, y cuando levanto los ojos para verle el rostro, eras tú. Aunque ya no estoy segura si realmente eras tú... porque al sentir tus dulces labios contra los míos, y tu cuerpo cálido, parecías ser el mismo. Pero dudo que yo fuese la misma. No después de llorar en solitario en el silencio del desierto, escuchando el eco de tu voz en mi cabeza. Escuchando el eco de sus risas y murmullos. No después de haber sido torturada por tu sombra. O quizás eras tú.

Mis Ojos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora