— Gracias, Aric. Gracias por hacerme muy feliz.
— ¡No! ¡No te vayas, por favor!
...
—¡Aric! ¡Despierta ya! ¡Llegarás tarde a la escuela! —En efecto, ya eran las cinco y media de la mañana. La madre de Aric, la señora Argelia tenía razones para estar enojada. Ella era una señora de 40 años, madre soltera, por las tardes trabajaba de enfermera y por las noches como ama de casa.
Mientras tanto, Aric seguía postrado en su cama, guardando ese estado de calma y de tranquilidad, ese gran placer: Dormir.
— Hmmm... ¡Y-ya voy, mamá! ¡No molestes! —Grito el jovencito, refunfuñando y restregándose la cara con ambas manos.
El chico había tenido un sueño muy extraño, pero genial. Ni siquiera él había entendido el sueño, pero le había parecido fantástico. ¿Qué había soñado? Recapitulemos.
— Hasta mañana, mamá. Me iré a dormir. —Avisó el chico a su mamá, con un tono de voz que denotaba cansancio, mientras cerraba la puerta de su habitación.
— Hasta mañana, hijo. Que descanses. —Dijo la señora Argelia, quien estaba leyendo su libro de diagnósticos enfermeros, sentada en su cama, cayéndose del sueño.
Alto ahí. En ese momento, Aric ya había cometido lo que haría que tuviera aquel sueño.
— ¡Diablos, mamá! ¡Te dije que me dieras cambio! ¿Ahora qué hago, Dios? —Vociferó con la vista al cielo y un billete de diez dólares en su mano empuñada. Su madre le había dado un billete de diez dólares, en vez de darle algunas monedas para que irse en el transporte público fuera más fácil.
Caminó muy poco, quejándose en voz baja de lo que había hecho su mamá. Realmente el chico era muy perezoso, no le gustaba caminar hacia su casa, como lo hacían muchos de sus compañeros que vivían en su barrio. Le molestaba cansarse y sudar, por eso, optaba por el transporte público, que si bien no lo dejaba en frente de su casa, lo dejaba a unas cuantas calles de su casa, que no eran muchas.
Para su suerte, en frente de la parada de autobuses, había una campaña rara. Afuera de la campaña tenía inscrita la frase: ¿Quieres saber cómo vivirás en el futuro? ¡Entra aquí! ¡A tan solo 5 dólares! Seguido de una flecha grande, muy obvia, que señalaba la entrada de la campaña.
— ¿Cómo vivirás en el futuro? ¿Quién es tan estúpido para creerse esa pavada? —Río levemente, burlándose en general de la gente que creía en esas cosas. Luego, se dio cuenta que ese podría ser su golpe de suerte. Podía entrar ahí, dejar que el encargado de la campaña lo estafara y le diera cambio. Era una forma muy tonta de obtener cambio, pero él pensaba que sería efectivo.
Entró en la campaña, muy seguro de sí mismo, ya que sabía que lo estafarían y tendría su cambio muy fácil.
— Buenas tardes, quería...
— ¿Qué se te ofrece, chico? ¡¿Vienes a fastidiarme como lo hacen tus amigos?! ¡Largo de aquí!
La adivina, quién era una señora que lucía joven, se veía muy molesta, porque muchas personas solo entraban a su campaña para fastidiarla acerca del trabajo que hacía, creían que era una farsa. A simple vista, se veía que era una farsa, pero ella solo quería ganar dinero fácil, a fin de cuentas, eso era lo que estaba de moda en ese país: Ganarse el dinero de la manera más fácil.
— ¡N-no! ¡Para nada! Vengo... Vengo a que leas mi futuro. —Dijo el joven, mientras señalaba aquel objeto raro que parecía una bola transparente, dedujo que esa era la esfera con la cuál visualizaría el futuro del joven. No podía evitar la intriga que le causaba ese artefacto, pero seguía firme con que lo que hacía la «adivina».
— Oh... Así que te interesas por lo que hago. Pues bien, hagámoslo. Pero te advierto, jovencito, que esto es un poco riesgoso, pero no te arrepentirás. — Decía la adivina, con un tono misterioso.
— ¿Riesgoso? Como sea... —Aric se mostraba serio, pero no podía negar que le causaba curiosidad de lo que haría la anciana.
La adivina caminó hacía un escritorio desaliñado, mal cuidado, donde tenía todos sus artilugios que si bien no asombrarían a muchas personas, al menos les dará curiosidad de saber qué eran esas cosas.
— Ven, siéntate. — Dijo sentándose del otro lado del escritorio, para manipular la bola de cristal.
— Como tú digas... — Aric caminó hacia aquel escritorio y se sentó en una silla que parecía de escritorio bastante malograda, también.
El chico no podía dejar de ver como aquella señora frotaba la bola de cristal mientras cerraba sus ojos y emitía un sonido un tanto extraño de su boca, estaba asustado, pero asombrado al mismo tiempo.
— Jovencito... en el futuro, tú trabajarás como abogado, un abogado muy exitoso pero con algunos problemas con delincuentes. Tendrás una familia estable y un hogar muy bien formado. —Dijo la adivina, sin cerrar los ojos y sin terminar de frotar la esfera.
— ¡¿Qué?! ¡¿Abogado?! ¡Por Dios, qué aburrido! ¡De seguro tu bola de cristal es una total farsa, al igual que tú! — Dijo el joven con un tono iracundo, apuntando a la señora adivina con su dedo índice.
— ¿Ah sí? ¡Pues no es mi culpa que tu futuro vaya a ser tan insípido y aburrido, niño! — Respondió la adivina, retando igualmente a Aric, iniciando una pequeña pelea verbal entre ellos.
— ¡Cállate! ¡Ni siquiera tienes un trabajo estable! — Dijo el chico, mientras tomaba la bola de cristal y salía corriendo. No sin antes haber insultado a la adivina una vez más.
— ¡H-hey! ¡Maldito mocoso, regresa con mi tesoro! — Gritó la adivina, empezando una persecución entre ella y Aric, quien había corrido para llevarse su esfera, preocupándose más por lo terrenal, por lo carnal.
Hey, aquí Jairo. Esta es una historia que había estado pensando hacer hace un año, pero no había tenido la iniciativa de hacerla, hasta el día de hoy. Espero les guste. uwu ¡Adiós!
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Extraño en el Paraíso
FantasyAric era un joven de 16 años, un joven como todo los demás. Pero algo le cambiará la vida por completo, o al menos una parte de su vida será diferente. ¿Qué será aquello?