capitulo ll

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Luego de ajustar mi vista en la oscuridad por medio segundo, fui capaz de distinguir qué causó la reacción. Al pie de la cama, sentado y viéndonos de lejos, había lo que pensé era un hombre desnudo, o un gran perro sin pelo de algún tipo.

Su posición era persturbadora y no natural, como si hubiese sido arrollado por un auto. Por alguna razón no sentí miedo, sino preocupación por su condición. Hasta ese momento, estaba bajo la asunción de que debíamos ayudarlo.

Mi esposo estaba viendo sobre sus brazos y rodillas, doblado en posición fetal, ocasionalmente viéndome ante de regresar la mirada a la criatura.

En un movimiento veloz se arrastró hacia nosotros, a un lado de la cama, hasta quedar a poco menos de treinta centímetros del rostro de mi esposo. Por medio minuto, en silencio, solo lo observó, se levantó y corrió al pasillo en dirección a los cuartos de los niños. Grité y fui tras él para detenerlo y evitar que los hiriera, cuando llegué al pasillo, la tenue iluminación era suficiente como para verlo agachado y jorobado a unos seis metros a la distancia. Estaba cubierto de sangre y tenia a Clara, mi hija. La arrojó bruscamente y huyó por las escaleras cuando mi esposo le disparó con su arma desde la habitación, una gran herida atravesaba el pecho de Clara y con esfuerzo se mantenía consciente. Llamamos a una ambulancia e inútilmente tratamos de cubrir el sangrado. Mi esposo maldecía iracundo y lloraba descontrolado.

Amigas por siempre  Historia I @GlobeAwards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora