Capítulo uno.

33 3 0
                                    

"Varados en medio de la nada"

—Toma Chloe, come algo.—Dijo Lukas, entregándole una galleta a su pequeña hermana.

—No tengo hambre, gracias.—se negó, poniendo su mano frente a la galleta, rechazándola.

—Vamos Chloe, necesitas comer algo, no llegaremos en un buen rato, y luego papá se comerá todas las galletas.—Chloe sonrió a su hermano, tomó la galleta y le dio un mordisco.

Lukas satisfecho por haber logrado su objetivo se volvió hacia la ventana, mirando a la carretera, qué estaba totalmente vacía.

Luego de dos horas de viaje, la carretera seguía sin ningún rastro de vida, era de esperarse, pues era miércoles y era un día de semana en el que todos trabajaban. La familia de Lukas iba al funeral de su abuelo Ronald en Florida. El viaje era largo, siete horas y media en total.

—Mamá... ¿cuánto falta? Me estoy aburriendo...—Chloe hizo un puchero, de esos que siempre complacían de ternura a su madre.

—Falta mucho, pero puedes ver un libro por mientras.—Dijo su papá, mirando por el espejo retrovisor.

El auto comenzó a dar crujidos y a detenerse, dando la señal de que algo se había averiado en el motor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El auto comenzó a dar crujidos y a detenerse, dando la señal de que algo se había averiado en el motor.

—¡Demonios!—Exclamó su padre
golpeando el capó.

—Cariño, los niños.—Señaló la mujer con los brazos cruzados.

—Hay que llamar a una grúa, parece que no puedo repararlo. Tenemos que llevar el auto al taller mecánico.

Sacó el celular de su bolsillo y llamó, pero al parecer la cara de enojo que puso al instante, avisó a su mujer y a sus hijos que se iba a quedar ahí por un largo rato.

—No hay señal.—Dijo Robert, al mismo tiempo en el que se pasaba la mano por la frente, demostrando su cansancio al haber estado conduciendo por cinco horas sin parar.

La única solución era pedir un aventón. Así que, esperando a que algún auto pasará por ahí, se sentaron en el césped, esperando alguna señal de vida. Lukas estaba sacando las maletas del auto, junto con la merienda, pues sabían que en una carretera tan desierta, nadie iba a ir a rescatarlos en un buen rato.

Luego de hora y media, una auto rojo lleno de maletas paso por ahí, pero pareció ignorar a la familia.

Ya habían pasado dos horas cuando llegó una casa rodante, era alta y muy larga, era de color gris con diseños.

—Papá, mira.—Señaló la chica dentro de la casa rodante.—Hay que llevarlos, nos prodían servir, y tal vez tengan un mapa.

The end.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora