CAPÍTULO 1: Atraco.

115 5 0
                                    

Me despierto. Todo está en silencio, como siempre. Observo ese techo blanco agrietado por la vejez del apartamento que renté. Estiro mi mano lentamente hacia la mesa de madera que tengo aun lado de la cama. Miro mi celular. 6:35 AM. <<Levántate>> Me digo. Aunque es demasiado temprano y la luz de la mañana apenas y se abre paso por las cortinas verdes que cubren la ventana, tengo que ir a trabajar. Me levanto lentamente y me siento en la esquina de la cama, observando el suelo de la habitación, tiene un acabado aburrido, tan solo lo cubren unos cuadros verdes de azulejo, no puedo divertirme ni encontrar extrañas formas en ellos. Como lo hacía en casa de mis padres...

Decido ponerme de pie y mirarme en el espejo, observo los mechones de pelo que me caen sobre la frente, mechones cafés y un tanto descuidados... creo que debería cortar mi cabello cuanto antes. Busco en el armario mi traje típico que llevo al trabajo, un simple saco gris y unos pantalones cafés, acompañados por una camisa blanca y unos aburridos zapatos negros. Me despierto bien con un poco de agua fría en el baño y dispongo a cambiarme. Como siempre, en la recta final, tengo problemas con la maldita corbata gris como el saco... termino el nudo final de una manera ruda debido a la molesta pérdida de tiempo que me genera... tomo mi portafolio negro del escritorio que tengo en la habitación. Abro la puerta y me aseguro de cerrarla bien al salir, reviso mis bolsillos para ver si todo está en su lugar;
<<Celular, llaves, cartera, encendedor (Si, fumo de vez en cuando)>> Perfecto, todo está en su lugar –repito en mi mente-.
Atravieso el largo y un tanto oscuro pasillo con suelo de madera, vivo en un edificio viejo donde una pareja de ancianos rentan departamentos baratos para gente joven, aunque las habitaciones están en unas condiciones malas, el precio es bastante reducido, perfecto para mí. Salgo al exterior y la luz del sol me ciega unos instantes, miro al suelo observando mis zapatos y recobro la vista poco a poco.

Trabajo de oficinista cerca de mi apartamento, es un trabajo normal, poco agotador y con una paga media, apenas para sobrevivir yo mismo, por tanto, nunca he pensado en vivir con alguien más, como por ejemplo una novia. Obviamente he tenido una que otra relación por ahí, pero nada serio, nada de lo cual haya tenido que interesarme por más de 6 meses. Me encuentro en esta ciudad, llamada Arriz porque me separe de mis padres, tengo una edad suficiente y creí (o creíamos ya que mis padres me apoyaron) que era el momento de independizarme y vivir mi vida aparte, en otro lugar que no fuera su casa.

Mis días son siempre lo mismo, me levanto de mala gana, me visto, salgo a la calle, me fumo uno o dos cigarrillos y realizo mi trabajo, llegando a casa cerca de las nueve de la noche, pero hoy, tengo que ir primero a recoger mi paga, así que será un poco diferente.  Me acerco al banco y observo como la multitud espera ansiosa para retirar su dinero, es demasiada gente, debería irme, me digo a mi mismo, pero creo que debería de dejar las cosas siempre para después y hacerlas de una vez. Me formo y espero mientras la fila avanza lentamente, una chica de altura media, tez blanca y cabellos rubios que le caen por los hombros me saluda.

- ¡Hey te he visto antes! –Me dice-  Claro que la he visto antes, trabaja donde yo, pero quiero parecer indiferente y le niego la afirmación.

- ¿En verdad? No lo creo ¿Dónde?

- ¡En el trabajo! ¿Te llamas Henry, no? te he visto unas cuantas veces, eres del sector B, ¿no?

- ¡Ahora lo recuerdo! –le respondo, tratando de parecer sorprendido, porque, como ya dije, a esta tipa también ya la había visto- ¿Qué haces por aquí?

- ¿Recoger dinero? –Me dice, sarcásticamente- ¡Pues que más, bobo! ¿Qué se puede hacer en un banco?

- ¡Claro! (Idiota) Debí suponerlo, ¿También te pagan en esta fecha? –Le pregunto mientras me rasco un poco la cabeza-

- Ajam –Afirma- Los sectores A, B Y C les pagan en las mismas fechas.
Me siento un poco extraño, ya sea porque una chica me está hablando, lo cual no sucede desde hace un buen tiempo, o porque... no lo sé, tal vez porque olvide desayunar esta mañana.

- Oye, el próximo fin de semana habrá una fiesta en mi sector, es el cumpleaños de un compañero... me gustaría que-

Un estruendo calla las voces de toda la gente y una persona se deja ver por en medio de todos... un hombre, de tez blanca, ojos verdes, pero no unos ojos verdes comunes, sus ojos se ven como si estuviera mirando hacia el infinito, unos ojos que vagan por siempre, unos ojos que muestran que realmente no está en la realidad, que está en otro mundo, que piensa cosas totalmente diferentes, unos ojos que probablemente han visto el infierno en la tierra. Me inundo observándolos durante algunos segundos, después el hombre me observa y me grita:

- ¡Buscas pelea! ¿Por qué me miras tan insistentemente?

Baje inmediatamente la mirada y observe mis zapatos... los cordones están sueltos... pero creo que no es el momento de volver a hacer el nudo...

- En fin... -Dice el hombre- no vengo con rodeos, vine por los billetes, y quiero que la gente que está detrás de esos cristalitos, me de él dinero inmediatamente o aquí va a correr sangre, tienen 30 segundos.

El hombre porta en su mano izquierda una pistola, se nota que es calibre bajo por su tamaño y por la facilidad con la que el hombre la sostiene y le da vueltas mientras da su discurso... todos estamos en el suelo, incluso yo, quien me creo un hombre valiente... la chica está a mi lado temblando y con los brazos rodeándole las rodillas.

- Mami... Mami... -Repite silenciosamente mientras solloza-.

- Hey... Tranquila... emh... ¿Cómo te llamas? (Durante toda la charla olvide preguntar su nombre... bravo).

- A- Ann... -Me dice, con voz quebradiza-.

- Entonces... Ann, tranquilízate, todo va a estar bien, la gente de allá detrás le dará los billetes y él se marchara, nadie saldrá herido –Le digo, con voz baja-.

El hombre con el arma comienza a perder la paciencia, han pasado los 30 segundos, incluso mas y sigue sin haber respuesta... creo que... creo que han llamado a la policía.

- ¡Estúpidos! ¡¡Acaban de cometer un gran error!! ¿¡Les dije que correría sangre, no!? ¡Pues ahí va!

El hombre mueve su arma bruscamente a la izquierda y jala el gatillo, la bala impacta entre las cejas de un hombre viejo, canoso y un poco calvo, el hombre se derrumba bruscamente por su lado izquierdo y comienza a retorcerse bruscamente, se detiene y... muere.

- ¡NOOOOO! –Grita desgarradoramente Ann- ¡DETENTE!

Silencio... no por favor... enserio... debiste haberte callado...  Es todo lo que pasa por mi mente en ese instante... recé diez mil padres nuestros en mi mente a una velocidad inhumana... lo gracioso es, que no creo en esas cosas...

- ¿Qué dijiste mocosa? –El hombre se acerca a nosotros y se agacha- Repítelo en mi cara... mocosa.

- ¡TE DIJE QUE-

No se cómo ni porque, pero algo me hizo abalanzarme sobre el hombre y apretarlo con fuerza contra el suelo...

- ¡Ann! ¡TODOS! ¡SALGAN DE AQUÍ!

Segundos después de ver a la gente correr, siento un metal frio debajo de mis costillas, observo el rostro del hombre que está debajo de mí y me pierdo en sus ojos verdes, esos ojos inmensos, parece que estuviera viendo directamente en mi alma y yo en la suya. Dejo de interesarme en esos ojos cuando un dolor punzante y horrible recorre la zona donde sentí el arma...

La Muerte Se MarchóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora