Ellie. #10

46 8 4
                                    

Me gustaba el sol a las siete de la mañana. También las olas de la playa, el viento, las pocas personas alrededor y el vago olor a sal por todos lados. Me hacían sentir... bien. Aunque sólo por unos segundos porque el olor a sal no era más que otro daño para mi condición. Pero no me podía importar menos.

—¿Quieres ir al agua? —preguntó Elliot, detrás de mí, y negué con la cabeza—. Qué bien.

—¿Por qué bien? —pregunté sin poder detener una sonrisa.

—Bueno, hay múltiples razones.... La verdad, sólo dos: uno, no traemos ropa, y no pienso volver a sentir los calzoncillos pesados. Y dos... empezaría a creer que estás en la etapa de sirena en donde la luna afecta tus acciones.

—¿Cuántos capítulos de H2O: Sirenas del mar viste, Elliot? —cuestioné, dejando salir una risa de mi pecho.

—Unos cuantos.

Asentí con una sonrisa y me volví a él. Le tendí mi mano y él la envolvió entre las suyas, como si estuviera cuidando de una flor. Unos segundos más tarde, me jaló hacia él, dejando cualquier rastro de delicadeza detrás. Me apegó a sí, e introdujo una de sus manos entre mi cabello mientras acercaba su rostro al mío. Su mano restante estaba reposando sobre mi espalda, y se sentía tan malditamente bien.

—Te quiero besar —murmuró. Un nudo se coló en mi estómago.

—¿Me estás pidiendo permiso? —cuestioné. Él jamás me había pedido permiso para un beso. Tan sólo lo hacía, porque sabía que era suya, y punto.

—No —contestó—. Es sólo que... cada vez que te veo, lo único que quiero es eso. Mantenerte cerca de mí. Besarte. Poder tocarte, Ellie. Y quiero que lo sepas.

Mi corazón comenzó a latir fuertemente sobre mi pecho; tanto así, que me flaquearon las piernas.

—Lo siento, Elliot.

—¿Por qué?

Lo besé.

(...)

Toqué la puerta dos veces, secretamente deseando que no estuviera en casa. La verdad, era una cobarde. No me sentía cómoda haciéndole frente a todas las cosas a las que debería. Pero para mi buena suerte Chris estaba.

—Chris —medio sonreí y él inmediatamente frunció el ceño.

—¿Has venido sin Elliot? —carraspeó su garganta—. Lo siento. ¿Es que se han peleado o algo?

—No, no, no —negué con la cabeza—. Es sólo que... —me trabé. Es sólo que probablemente hayas visto toda la evidencia de mi enfermedad terminal pero no parece que lo hayas hecho, así que debería irme... Mierda—. ¿Puedo pasar? Digo, si es que no estás ocupado o algo. Puedo venir más tarde si quieres.

—No, sólo estaba... —negó con la cabeza, aún confundido y se hizo a un lado para dejarme entrar.

Cuando me introduje en la casa, vi todo tan blanco y ordenado como siempre. Y me refiero a literalmente blanco. Desde los muebles de la sala hasta los utensilios de la cocina. Por alguna razón, siempre usaba ese color.

Secretamente le agradecía por usar jeans oscuros.

—Siéntate —dijo Chris con cortesía, señalando sus muebles mientras él también tomaba asiento—. ¿De qué quieres hablar?

—¿Cómo sabes que quiero hablar de algo? —medio sonreí, avergonzada y totalmente nerviosa.

—No creo que hayas venido hasta aquí sin Elliot si no fuese por eso —alzó las cejas—. Además, no vi a Memory aparcada, así que supongo que esta visita también es secreta, ¿no?

Si algún día me dejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora