Capítulo 11.

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El sábado estuve pensativo, algo que no era habitual en mi. A ver, no es que no pensara normalmente en las cosas, pero admito que era más de actuar, de vivir el momento. Puede que si me hubiese detenido a pensar más a menudo hubiera evitado algunos líos en mi adolescencia...

La noche anterior, bueno más bien dicho, esa misma mañana, habíamos terminado desayunando todos en un bar de mala muerte, y con todos me refiero también a Helena, a Cami, y al camarero; que después de todo no se llamaba Alex ni Axel sino Raul. Mi hermanita y él estuvieron hablando bastante e incluso flirtearon ¡Dios! nunca pensé que vería a mi hermana haciendo cosas como tocarse el pelo, batiendo las pestañas, marcar canalillo, etc, etc. La muy condenada se parecía a mi mucho más de lo que quería reconocer, eso de ligar se le daba muy bien, el chico prácticamente estaba babeando sobre ella. 

El caso, es que a las 8.30 de la mañana metí a mi hermana y a Camila en un taxi y los demás también nos fuimos a casa. Dormí casi hasta las 4 de la tarde y cuando me levanté arrastré el culo hasta el sofá donde lo único que hice fue descolgar el teléfono para pedir una pizza que, orgullosamente, puedo decir que me la zampé yo solo. Después continué en el sofá reflexionando ¿me gustaba Mia en serio?

― ¿Qué le pasa?― preguntó Héctor.

― No lo se, puede que esté enfermo― opinó Oriol.

― Se ha comido él solo una pizza familiar, debe ser una indigestión― metió baza el pirado de Piti. Mis tres compañeros de piso estaban plantados en la puerta del comedor hablando de mi.

― O las drogas... ¿se habrá quedado pillado como El Luisma

?― preguntó Oriol.

― Os estoy escuchando y como me levante voy a daros una leche a cada uno― gruñí.

― ¿Qué coño haces sentado en el sofá con la tele apagada?― me preguntó Héctor.

― Reflexionar.

― ¿Sobre qué?

― El sexo, las drogas y el Rock’n roll― respondí.

― Siento decírtelo pero no eres Mick Jagger ni cualquier otra estrella del rock, así que no te pongas profundo porque no te va a servir ni para escribir un libro, ni para componer un tema tan genial que marque a muchas generaciones― razonó Piti antes de sentarse a mi lado y encender la tele― ¡Anda! Pesadilla en la cocina, este no lo he visto.

― Yo tampoco, hazme un hueco― se apuntó Héctor. Yo me levanté y me dirigí al pasillo― ¿dónde vas?― quiso saber gritando.

― A ducharme― grité de vuelta.

Tras la ducha me vestí con lo primero que pillé del armario, que gracias a la señora rusa estaba todo siempre limpio, y llamé a Mía:

― Hola― contestó.

― Ei ¿qué haces?

― Hmm... nada, aburrirme en casa.

― ¿Te apetece ir a dar una vuelta?

― Claro.

― ¿Cuánto tiempo necesitas?

― Una media hora.

― Está bien, pasaré por ti a las 7.

Cuando media hora después llegué a casa de Mía ella estaba esperando en el portal, hacía frío así que iba envuelta en un montón de ropa y una gruesa bufanda que le cubría media cara. Detuve la moto y ella me saludó con la mano antes de venir hacia mi. Tras saludarnos más apropiadamente, le tendí un casco y esperé a que se subiera detrás. Dejé la moto en la Ronda de la Universitat, cerca de Plaza Catalunya, y después de unos minutos estábamos paseando por Les Rambles:

SEX, DRUGS & ROCK'N ROLLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora