Aquel día de las madres, todos estaban como locos celebrando. Como siempre, yo era la que tenía que encargarse de que no se agotaran las botanas y que siempre hubiera refresco y alcohol para que todos se sintieran como en casa.
Llegó un momento en el que un borracho salió de control y tiró todo. Mis papás, enfurecidos, lo sacaron a jalones, como pudieron. Pero claro, la fiesta tenía que continuar. Eran alrededor de las 7:00 pm, así que aún habrían algunas tiendas abiertas. Tomé las llaves de la casa que estaban sobre la mesa y salí a comprar las cosas que tiró aquel viejo borracho.
En el camino, fui reflexionando sobre la vida. Ya saben, de esas veces que ves al piso, analizando cada paso que das detenidamente. Sintiendo como el viento mueve tu cabello. Oliendo el aroma de los panes que salían de aquella casita de la esquina. Pensando en qué pasaría si toda tu vida diera un giro drástico.
Fue entonces, cuando choqué con alguien. Levanté la mirada, muy molesta, dispuesta a gritarle, porque, aunque había sido mi culpa, nunca me ha gustado asumir mis errores. Sin embargo, al levantar la cara, me di cuenta que era Adrián. ¿Han visto las películas románticas el güey popular se fija en la chica menos atractiva de la escuela? Bueno, pues ese no era el caso. Adrián era el tipo más guapo que algún día habré de conocer. Era alto, con el cabello castaño y un poco despeinado a propósito y lo mejor de todo, eran sus ojos. Aquellos ojos azules de los que no podías resistirte. Pero, era una persona egoísta y sin alma. Aunque, sí, a mí me encantaba.
Me quedé ahí parada por unos cuantos segundos hasta que reaccioné. Le pedí disculpas. Pero él, siendo una persona con complejo de superioridad me gritó y, básicamente, me dijo de qué me iba a morir. Sí, yo era una niña bastante estúpida y, a pesar de esto, yo le seguía queriendo.
Llegué a la tienda, compré las cosas que me habían encargado y regresé a mi casa. Al llegar, subí corriendo a mi cuarto, me cobijé con la manta más caliente que encontré y sonreí hasta quedarme dormida.
A la mañana siguiente, me di cuenta que éste no era un día normal. Era un día que no me sentía igual que siempre. Estaba diferente. Sentía que aquél día, iba a ser un fuera de lo común. No podía detener esa impresionante sonrisa.
Mi mamá siempre decía que yo era muy seria, así que, ese día, supo que tenía algo extraño e inusual. En realidad, sólo estaba feliz, demasiado, supongo. Pero, cualquier persona podría sorprenderse de verme así, tan feliz, tan positiva, con ésa enorme sonrisa que jamás pensé tener.
Al principio, no podía entender por qué estaba así, pero después entendí que era por lo que había pasado la noche anterior. En realidad, yo me sentía diferente. Le pedí a mi mamá el maquillaje que tenía. Al principio, se sorprendió mucho, pero después creyó que era algo de la adolescencia y que, claramente, tenía que pasar en algún momento.
Mi mamá tenía una caja llena de maquillaje. La tomé y con mi poca experiencia, temía que quedase como un payaso que había llorado tanto que la pintura se le embarró por toda la cara, así que fui con mi hermana.
Ann era hermosa. Tenía el cabello largo y brillante, ojos azules como los de papá y unas pecas muy bonitas. Yo, por lo contrario, tenía muy baja autoestima y me sentía muy fea.
Ann, a pesar de ser bella, era muy humilde y linda. Cuando le pregunté si me podía maquillar, se emocionó mucho más que yo. Tomo una brocha pequeña y una sombra café y pintó sobre mis párpados. Luego, un labial granate que resaltaba mis ojos y lo puso como si yo fuera una muñeca que pudiera romperse en cualquier momento. Me trató con mucha delicadeza.
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Mi Rara Obsesión
Mystery / ThrillerEsos ojos azules, a los que nadie sé podría resistir.