-Manu, todo lo de venir aquí ha sido muy buena idea hasta que te paras a pensar que no tengo ropa para mañana, ni pijama, ni desodorante, ni un peine, ni NADA -le dije cuando ya nos disponíamos a irnos a dormir.
Manu no destacaba precisamente por su inteligencia pero claro, yo también podría haber pensado en el pequeño detalle de que no llevaba nada para ese fin de semana.
-De pijama te puedo dejar una de mis camisetas viejas que te irá como tres tallas grande.
¿Qué les daba a los hombres con darme solo una camiseta para dormir?
Y la ropa de mañana, puedo tirar de la tarjeta de crédito para comprarte algo. Además, tienes razón, si vamos a salir mañana por la noche no puedes ir así -dijo señalándome de arriba a abajo, lo cual, como mujer fuerte e independiente, me dolió en mi ego femenino.
-¡Perdona! ¿Qué tiene de malo mi ropa? -pregunté la mar de indignada.
Me volvió a mirar de arriba a abajo.
-Bitch please. ¿Tú te has visto? Así no te dejarán entrar en ningún sitio. Mañana vamos de compras y punto.
-No te voy a dejar pagarme la ropa.
-No te queda otra porque tampoco tienes dinero para pagarla.
-¡Tengo el del trabajo! -exclamé ofendida de nuevo.
No me iba a llamar pobretona y quedarse tan ancho.
-¿Sí? ¿Y dónde está? Porque yo no lo veo... -reclamó otra vez con cara de "Bitch please, estás hablando con Manu".
-En mi casa -dije prácticamente susurrando un poco indignada conmigo misma-. ¡Cuando volvamos a la ciudad te lo devolveré!
-Consideralo un regalo de cumpleaños adelantado. No pienso aceptar tu dinero. Te la regalo y punto. Ahora vamos arriba. Te daré tu pijama y haremos nuestras camas.
Por suerte dijo camas. En plural. Eso significaba que íbamos a dormir en dos camas separadas, lo que me quitó un peso de encima.
Cuando dejé de pensar en lo mal que estaba porque mi ex seguía con la zorra con la que me la había pegado, me puse a analizar la situación en la que estaba y en lo que me había dicho mi madre. Estaba en una casa a casi una hora de la ciudad, sola con un chico. Yo sabía que le gustaba a ese chico e íbamos a pasar dos noches juntos ahí. Si esto fuera una película una de dos: o acababa en asesinato o acababa en sexo salvaje. No sabía cuál de las dos opciones prefería. Casi que en la del asesino en serie escapado del manicomio tenía más posibilidades de escaparme.
Pero la verdad es que mis preocupaciones se fueron tan rápido como habían venido. Ayudé a Manu a hacer la cama en la que él dormiría y luego hicimos la mía. No tardamos mucho entre los dos. Incluso fue divertido cuando estábamos poniendo las fundas de los cojines y empezamos una batalla de almohadazos. Gané yo, por supuesto, aunque él dirá lo contrario.
Después de darme mi "pijama" cada uno se fue a su cuarto. Bueno, en realidad, primero bromeó con que me podía cambiar delante suyo, a lo que yo le pegué un puñetazo en el brazo. Casi se lo disloco, por supuesto, acabó llorando y le tuve que pedir perdón. Aunque si le preguntáis dirá que la que casi llora fui yo porque me hice daño al pegarle, pero es todo mentira. Luego yo me fui a mi cuarto y él se fue a la ducha. Al día siguiente me tocaría a mí hacer lo mismo.
Me puse la camiseta de Manu. Puse el móvil a cargar (por suerte en su casa tenía un cargador de esos que sirven para todos los móviles). Me metí en la cama debajo del edredón y esperé pacientemente a que mi cuerpo calentara las sábanas, porque cuando me metí estaban jodidamente frías. Me quedé mirando el móvil, pero no había mensajes ni llamadas nuevas. Bueno, en realidad había uno de Juan que era un tocho enorme diciéndome lo mucho que me quería, que me tenía ahí para lo que fuera, que Usui era un mierda y que no me merecía. Que todo pasaría y que volviera cuanto antes o que quedaríamos porque quería verme, pero que si necesitaba espacio y estar sola que lo entendía. Le tuve que contestar dándole las gracias por el apoyo, diciéndole que yo también le quería mucho y que el lunes ya volvería a clase, que saltaríamos el muro y nos haríamos unas birras como siempre. Le dije que estaba con Manu y que me estaba cuidando, que no se preocupara.
Pero después de contestar el mensaje seguí esperando. Para qué mentirme... Esperando un mensaje de Usui. Empecé a llorar en silencio. Estuve así hasta las tantas de la madrugada. Era un recuerdo tras otro, no habíamos estado mucho juntos pero había parecido un siglo. Con Usui el tiempo se paraba e iba más rápido a la vez. Era la primera vez que me enamoraba y me habían roto el corazón. Dolía, dolía como nada. Nunca había experimentado un sentimiento de dolor tan fuerte, solo con mi padre, pero aquel era un dolor distinto y no quería recordar aquello también.
Después de estar horas autocompadeciéndome intenté pensar en positivo. Tenía una vida genial, mi madre me quería muchísimo, tenía dos mejores amigos que eran un tesoro, los estudios me iban bien y en nada y menos iría a la universidad, además había encontrado un trabajo que se adaptaba a mis horarios y podía pagar las medicinas de mi madre, que había mejorado en muy poco tiempo. Seguía sin estar para tirar cohetes por su enfermedad pero ahora al menos no corría el peligro de morir. Mi vida era genial, casi envidiable. Pero había un vacío en mi interior. No se iba a llenar de la noche a la mañana. Y seguía sin poder parar de llorar.
Eran las tres y media cuando me levanté de la cama. Me acerqué a la silla que había en la habitación, miré la manta de cuadros rojos y negros que Manu me había dejado por si tenía frío. La cogí y me la eché por encima de los hombros. Abrí la puerta y crucé el pasillo hasta llegar a la habitación de Manu. Piqué a la puerta con suavidad, después la abrí lentamente. Lo que me encontré me sorprendió.
Manu estaba sentado en su cama, con la espalda contra la pared y las piernas dobladas encima de la cama. Se aguantaba la cabeza con las manos, tenía los codos apoyados en las rodillas. Me miró boquiabierto, yo también a él. No esperaba encontrarle despierto. Cuando me vio con las mejillas mojadas estiró las piernas y los brazos. Yo sollocé haciendo más notable mi estado de ánimo y caminé hasta él. Tiré la manta a un lado de la cama y me senté de lado, entre sus piernas. Me apoyé en su pecho y dejé que me abrazara. Yo estaba con las piernas encogidas, hecha un ovillo. Solo quería llorar hasta reventar. Él me abrazaba y me acariciaba el pelo. Me ayudó mucho a entrar en un estado de calma hasta que empecé a tiritar. Cuando ya me calmé un poco sí que empecé a notar el frío.
-¿Puedo dormir contigo? -le pregunté.
Él no dijo nada pero asintió. Me besó la frente y se levantó. También me hizo levantar a mí.
Nos metimos debajo del edredón y nos quedamos dormidos en menos que canta un gallo. Al menos yo, creo que fui la primera de los dos en dormirse, así que no vi cuánto tardó él. Solo sé que fue la noche en que mejor dormí desde que me había escapado de casa de Usui la primera vez. No quería volver al mundo real, eso dolía. Quería quedarme en aquel pequeño paraíso con Manu por siempre jamás.
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Se llamaba Usui
Roman d'amourUns vez conocí a un chico muy especial. Él cambió mi vida por completo. Fue mi primer y único amor, y no le he vuelto a ver. Pero si queréis, os puedo contar nuestra historia. Él se llamaba Usui...