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Hiroki concentró todo su esfuerzo en soltar su tobillo y halaba sin importarle si hacía ruido. No escuchaba pasos ni veía a nadie en absoluto. Pero intentó escapar sin éxito.

No estaba realmente aterrado, la noche era clara y no era como que tuviese mucho que perder... Sin duda los que iban a advertir de inmediato su ausencia eran sus amigos pero eran tan indiferentes que se pondrían serios con el asunto en una semana o más. Ya era bastante tiempo desde que oyó por teléfono la voz de su padre y colgó enfurecido. No sabía nada más de él.

Perdido en esa lluvia de pensamientos se quedó inmóvil, esperando el movimiento de la puerta, sin saber qué sentir o qué esperar.
Ya amanecía. Medio adormilado vigilaba la puerta. De pronto el crujido de las bisagras le abrió los ojos como platos. Se asomó un hombre de al menos treinta años, de rasgos nipones; llevaba un arma en una mano, una taza humeante en la otra, y vestimenta de playa.
¿No era ese el anterior dependiente de la librería de la esquina?

-S-Sudou?

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