"Algún día volveremos a encontrarnos" y numerosas estúpidas frases que se me cruzan por la cabeza. Porque es ahí donde te busco, en mis pensamientos. Porque es ahí donde fuimos y somos, y seremos, y volveremos a ser muchas veces más. Y sólo tengo una explicación para eso, querido: no se renuncia tan fácilmente a lo que alguna vez se quiso. Y no es que te quiera, no mal pienses lo que escribo. Pero existe una fuerza mayor a mí, que hace que vayas y vengas. Y siempre tú. Esa fuerza que mientras pienso en otro, pienso en ti. Y mientras pienso en mí, pues pienso en ti también. Es porque alguna vez, querido, sin darnos cuenta fuimos uno.
Y la verdad de todo es, que no puedo decirte que te quiero, que te voy a cuidar y proteger. Porque yo estoy rota, y mi cabeza es un mar en tormenta que aparenta estar bien. Pero tú, tú también estás roto, tú también te duermes entre olas que van y vienen. Como yo en tus pensamientos.
Y no puedo decirte, querido, más que eso sucede porque somos uno. No sé si nos damos cuenta, no sé cuándo zarpa el barco en tu cabeza por esa tormenta hermosa que te hace ser como eres, indescifrable. De hecho querido, no sé nada. Nunca supe nada de ti, ni nunca quise averiguarlo. Nunca entendí, ni analicé, ni me interesé en lo que te pasaba.
Lo único que sé, es que estás ahí. En tu barco, de tu cabeza. Luchando contra tu propia tormenta, esperando que, algún día, alguien sepa dominarla. Y para eso aquí estoy yo, y por eso esperas por mí, y no por otra. Porque esa, querido, es la gracia de ser uno. Y es que aunque no sepa nada de ti, mi tormenta se asemeja a la tuya.
