Me rasuraba las piernas al compás de safe and sound de Capital Cities, haciendo ridículas bocas de pato y bailando con las burbujas de mi tina de baño.
—I could show you loooove...!—grazné más como un pato, y lo comprobé cuando mi hermanita me gritó que me callara desde su habitación.
Al acabar contemplé con satisfacción como mi piel se veía lustrosa y carente de ningún pelo de gorila. Tras un minuto de pensar tonterías aparté las burbujas del agua y me miré ahí abajo y me planteé si sería buena idea «embellecer» a mi dama.
Por favor, esta noche no tendré sexo. Ni tampoco planeo emborracharme lo suficiente como para hacer striptease sobre las mesas. Que va. Tengo dignidad.
¿Y si emborrachaba a Janviére lo suficiente para...?
Volví a bajar la mirada y tomé la rasuradora.
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Janviére sostenía la rosa blanca entre sus dedos con gesto pensativo.
Se rascó la nuca con nerviosismo y se paró frente al espejo.
Sonrió pero de tirón la quitó.
«No. Definitivamente me veo ridículo»
Sin embargo no soltó la rosa, sino que siguió dando vueltas por su habitación, y alrededor de su neurótica cabeza.
«¿Pensará que soy estúpido? Nadie entrega rosas en estos días, y menos para pasar por la casa de una chica y acompañarla a una fiesta... No estoy en el siglo XVIII. Probablemente me tache de cursi... o peor aún, de cliché»
Se peinó el cabello hacia atrás por enésima vez en lo que iba de hora.
«No seas idiota, dásela y ya»
Se volvió a postrar ante el espejo y se sorprendió al ver el reflejo de alguien irreconocible.
Era el reflejo de alguien que había caído hace muchísimo rato.
Él suspiró, y aceptó el hecho. ¿Qué más podía hacer?
Ya se había enamorado.
Aunque eso le dejaba un regusto extraño en la boca. No le gustaba demasiado estar tan ido por alguien.
—Mmm, hola... No es nada, pero me acordé de ti cuando la vi—dijo más bien a sus zapatos, y cuando levantó la mirada se dio un palmazo en la cara—. No llegarás a nada hablando como si te hubieran pegado. Ten actitud—se ordenó a sí mismo, al tiempo que se mentalizaba y tomaba una profunda bocanada de aire. Decidió que al menos estando solo, podría ser honesto—. Sé que no hay motivos para esta cursilería, pero resulta que precisamente escogí esta noche para decirte que me gustas. Y que me gustas mucho más allá de lo que crees. Siento que no he conocido ninguna persona que fuera tan libre y espontánea que tú... y que bueno, que a fin de cuentas, me tienes loco.
Al mirarse de nuevo suspiró.
Soltó la rosa dándose por vencido y prefirió ocuparse por no lucir como un mamarracho. Vertió un poco de colonia en sus manos y palmeó su cuello, y frotó sus muñecas. Se analizó a sí mismo y acomodó el cuello de su camisa.
—¿Ese es mi hijo o una versión pecosa de James Dean?
Volteó y vio a su papá cruzado de brazos y recostado del marco de su puerta. Tenía una sonrisa pícara y sabedora en sus labios.
—Hola papá.
—Dime, ¿quién es ella?—volvió a interrumpir intrigado—. Ha de ser una chica especial y bastante hippie para que te haya gustado, dado que eres todo artista y todo bohemio—Janviére entornó los ojos y su papá se echó a reír de su propia broma, al momento en que cruzaba la habitación para sentarse en su cama—. Oye, no te quedes en silencio. Verte enamorado no sucede todos los días. Entiéndeme, tengo que meter la nariz en este asunto, porque es casi como una alineación de planetas: sucede cada no sé qué cuantos mil años—volvió a reírse.
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Quien quiere su mano ©
Mystery / ThrillerA poco tiempo de la competencia deportiva más importante de tu vida, todo parece marchar tan normal. Tus amigos, tu familia, tu vida... un poco disfuncional o fuera de lo común, pero nada que no sea ordinario. La llegada un chico tan misterioso como...