Capítulo 65

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PERDONAMI
(Perdóname)

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Si Nicolas Mazet hubiese sido el padre del hijo que nunca esperó Anneliese..., sí, Raffaele posiblemente lo habría matado a él, pero no a ella. Si Nicolas fuese su novio, no tendría que ocultarse, ni sentir miedo de que los demás lo supieran... Si fuera Nicolas.

*

Él le pasó la lengua por el labio superior, antes de succionar el inferior con suavidad y, luego, introducir su lengua a la boca de Annie, despacio, buscando la de ella... fue justo ahí, justo en ese momento, al no reconocer esos labios, que la muchacha se echó una vez más hacia atrás, saliendo del trance.

El francés la sujetó por la nuca, pero no con firmeza, sólo la sujetó, con los ojos cerrados, manteniendo sus labios cerca de los de ella; Annie podía sentir su respiración suave, tranquila, tan distinta a la suya, acelerada, espantada, temerosa... ¡Y estaba tan harta de tener miedo! Nicolas volvió a sus labios y la mente de Annie volvió a nublarse.

Y... fue tan distinto a los besos a lo que estaba ya habituada.

Tanto Angelo como Anneliese habían aprendido a besar en los labios del otro. Ella era, básicamente, la única mujer a quien él había besado —besos reales; los superficiales de Lowanna no contaban—, y Valentino..., él realmente nunca la había tocado; no en serio.

Y Angelo había aprendido a excitarla con un solo beso. Tenía un modo de mover su lengua..., suavísimo, delicioso, contra la de ella..., justo como estuviese besándole la intimidad, como si fuera una promesa de lo que vendría si ella continuaba entre sus brazos; otras veces la besaba con mayor arrebato, mordisqueándole incluso la lengua, asiéndola contra él, acariciándola mientras la acercaba a su cuerpo excitado, dejándola sentirlo.

Y Nicolas... Nicolas la había invitado a besarlo, a jugar con su lengua, a buscarla dentro de su boca porque, cuando Annie iba a tocarla con la suya, él la guardó, obligándola a ir detrás de ella, a acercarse más a su cuerpo, a cogerlo por la nuca para besarlo bien. Y ella lo hizo...

Cuando reconoció la pasión en ella, Annie se apartó, asustada de lo que sentía... de lo que estaba haciendo. En todo momento fue consciente de que se había dejado besar por Nicolas, sí, pero... ella nunca quiso besar a Nicolas. No al muchacho. Ella se había abrazado y besado al concepto. A la normalidad anhelada, a la paz que le había sido arrebatada, a una relación que, en cada paso, no le trajese sólo problemas severos, tristísimos y, sobre todo, injustos...

Los últimos cinco meses de su vida, Anneliese había estado en constante tensión y estrés, temerosa todo el tiempo, algunas veces, alcanzando niveles de pánico. Anneliese estaba rompiéndose en pedazos...

—No —la voz le tembló a Anneliese; el corazón estaba martillándole en el pecho y comenzó a escuchar un silbido en el interior de sus oídos—. No, Nicolas.

El francés se relamió los labios y recorrió su rostro con la mirada, pensativo.

—¿Por qué tienes tanto miedo? —le preguntó.

Annie comenzó a sentirse mareada a causa de su respiración acelerada. Nicolas no se alejaba y ella no se retiraba de él, temerosa de dar un paso, en cualquier dirección, y caerse.

—Porque esto no está bien —jadeó.

—¿Por qué no?

—Jessica—se escuchó decir, pero... ésa no era, ni de lejos, la razón principal—... Ella está enamorada de ti.

Nicolas pareció pensarlo... y no:

—Pregunté por qué tienes tanto miedo, no por qué no puedes seguir.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora