Capítulo 6

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En el océano muy lejos del lugar en el cual transcurre nuestra historia un barco navegaba pacíficamente con dirección al mismo puerto que lo vio partir. Después de tres largos meses de viaje, volvían para llevar las buenas nuevas a su líder: Lo habían conseguido.

Habían logrado convencer a ese reino de unírseles, noticia que solo sería buena para el rey y su gente, mas no para todos aquellos que aún se resistían y confiaban en que todo mejoraría

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Habían logrado convencer a ese reino de unírseles, noticia que solo sería buena para el rey y su gente, mas no para todos aquellos que aún se resistían y confiaban en que todo mejoraría.

—El rey estará muy satisfecho—Murmuró el capitán sin apartar su vista del horizonte con la brisa marina golpeando contra su rostro y colándose entre sus ropas.

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Con forme los días pasaban y estos se convertían en semanas la vaga ilusión de salvación se comenzaba a desvanecer y ahora solo eran unos cuantos quienes seguían oponiéndose a Drago.

Esta situación era algo que tanto al heredero como a la Burglar le preocupaba, pero ¿qué podían hacer en ese momento? Estaban prácticamente solos, jamás podrían enfrentarse a Drago siendo únicamente ellos dos. Drago tenía armadas, tenía fuertes guerreros y, por si fuera poco, todos le temían. Nadie se atrevía a levantarse y luchar en contra de sus órdenes y su mandato aunque supieran que él no era el legítimo rey, no después de que los pocos que lo habían hecho, o que al menos lo intentaron, fueran atrapados o incluso asesinados.

Por eso y mas no habían comenzado a llevar a cabo sus planes, sea cual fueran estos, ¿que por qué digo esto último? Quizá sea por el simple hecho de que ninguno de los dos se había puesto a hablar con el otro sobre sus planes. Ambos habían comenzado a desarrollar sus ideas sin siquiera comentarlo, sí, es cierto que la relación entre ambos había mejorado y ahora confiaban más el uno con el otro, pero aun así había cosas de las que no se dignaban a hablar abiertamente... hasta ahora...

—Astrid—Le llamó con voz tranquila después de que ambos hubieran terminado de desayunar.

—Sí, ¿qué ocurre?—Respondió distraída sin dejar de recoger y limpiar al igual que el castaño.

—Sí, ¿qué ocurre?—Respondió distraída sin dejar de recoger y limpiar al igual que el castaño

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