Tim Bergling y yo subimos al yate cuando la noche aún colmaba el cielo. Había bastantes estrellas y la luna se alzaba claramente, brillando de un tenue amarillo claro. Tomé asiento en un asiento acolchonado lo más al fondo que pude, tratando de alejarme de todos, sin embargo al cabo de unos minutos Bergling apareció, saliendo de la cabina del capitán. Se dirigió hacia mí sin vacilar y tomó asiento a mi lado. Ninguno de los dos habló por un rato.
-¿Todo bien?-inquirió él colocando su mano cuidadosamente sobre mi espalda.
-No.-respondí con voz queda sin siquiera mirarlo.
Despacio me volví hacia él y posé mis ojos en los suyos, pero no logré decirle nada.
-¿Es por Martijn?-intentó él pasando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.- ¿Se pelearon?
Exhalé y asentí agachando la vista otra vez.
-Mara, escucha. No quiero meterme en sus cosas. Ustedes se conocen desde antes de que mi abuela naciera y sólo ustedes saben cómo es su relación, pero necesito que estés bien ahora. Estamos a un paso de terminar con esto.
-Haré lo que tengo que hacer, Tim. Descuida.-respondí poniéndome de pie en seguida.-Es sólo que he terminado definitivamente con Martijn y apenas y he logrado dormir un par de horas.
Tim me observó anonadado por varios segundos.
-¿Definitivamente?-repitió él.-Pensaba que ustedes dos iban a...
Negué con la cabeza cruzándome de brazos.
-Si todo sale bien, Tim.-dije seriamente.-Es mejor que no volvamos a vernos.
Me di la vuelta y me dirigí a un camarote, sin esperar a ver su reacción. Me recosté en una cama hasta que el yate dejó de moverse. Salí nuevamente y bajamos a prisa a un muelle angosto. Dejé el bolso bandolera en el yate y sólo metí el revólver entre mi pantalón y mi espalda baja y mi navaja en uno de mis bolsillos del pantalón. No llevábamos lámparas para mayor discreción. Cruzamos el muelle y desde abajo Bergling me señaló una colina.
-Cruzando la colina se encuentra la granja de la que nos habló Hedfors. Entraremos a la casa por la parte de atrás. Hay una puerta que da hacia el bosque. Esa será la que utilicemos.
Asentí y lo seguí a paso rápido, caminando por la orilla del bosquecillo. La oscuridad todavía era densa a esas horas, así que resultaba casi imposible que alguien llegara a vernos entre los pinos. Al llegar a la cumbre de la colina nos volvimos a detener detrás de unos arbustos. Tim observó atentamente la granja por unos segundos. Yo esperé, sin embargo cuando estaba a punto de decir algo, él me detuvo con un ademán.
-Escucha...-susurró.
Presté más atención al silencio que nos envolvía. Cerré los ojos para concentrarme. No era un silencio entero. Podía percibirse a la distancia un golpe sordo, luego otro, y otro... Volví a abrir los ojos para mirar a Tim.
-¿Qué es eso?-inquirí.
-Me parece que está cortando madera.-musitó Tim.-Será imposible entrar por atrás. Mierda, no pensé que el maldito estuviera despierto a estas horas.
-Vayamos a través del bosque entonces. Acerquémonos despacio y le disparamos desde atrás.
-Si fallamos lo alertaremos y estaremos en desventaja.
-Tim, ya estamos aquí. Si se hace de día será más riesgoso.
Bergling acabó por asentir y volvimos a avanzar adentrándonos más en el bosque. Caminamos lentamente unos cien metros hacia adelante y volvimos a detenernos detrás de unos cuantos arbustos. Allí, frente a nosotros, de pie en una planicie detrás de la granja se hallaba Verwest. Llevaba una camiseta blanca sin mangas y unos pantalones cafés con tirantes. Una de sus manos aprensaba un hacha y con la otra detenía un pedazo de madera sobre un tronco. La tenue luz de un foco era lo único que alumbraba el lugar. Después de posicionar correctamente el leño, levantó el hacha con ambas manos y lo partió con precisión de un solo golpe.
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Quema las páginas
General FictionHan transcurrido diez años desde que Mara decidió aislarse en un apartamento en los suburbios de Los Ángeles para llevar una vida de pequeños trabajos y modestos placeres. Sin embargo, al correr ya los últimos días de primavera llegará a su puerta u...