CAPITULO 22

71 6 5
                                    

ELPIDA

―Abajo sus lápices. ―Por fin hemos terminado nuestro último examen de este semestre―. Espero que tengan unas muy buenas y merecidas vacaciones. ―dice nuestro profesor. La verdad es que las necesito tanto, pero lo mejor sería irme con mi hombre a pasar unos días solos.

Me dirijo al tronco de un árbol y me siento en su césped a esperar que llegue Ari a buscarme, ya que la noche ya llegó y no me dejan regresar sola.

Así que mientras lo espero a que aparezca me relajo, es el momento en que puedo dejar todos mis sentimientos salgan a la luz.

La verdad es que mi miedo no es por la salud de Mijaíl. Bueno, no salud física porque gracias a todos los exámenes realizados él está en perfectas condiciones; pero su salud emocional va de mal en peor.

Cada día lo veo hundirse más y más en un pozo oscuro y del cual no quiere salir y lo peor de todo es que no quiere que nosotros su familia, amigos y yo, o sea las personas que los amamos estemos con él; porque según dice es solo por lastima a lo que ha quedado del hombre que era. Pero eso es una gran estupidez, es exactamente el mismo hombre, el que no pueda estar sin una silla de rueda no significa que su vida haya acabado aquí y que es un estorbo para nosotros.

Cierro mis ojos por un momento. Recuerdos desde mis años de adolescentes pasan por mi mente como una película y en cada uno de ellos se encuentra él, el hombre que siempre ha estado protegiéndonos, el hombre que se robó mi corazón y que correspondió a mi amor.

El verlo renunciando cada día a todo y sobre todo a mí y a nuestro futuro juntos hace que mi corazón se rompa poco a poco, pero para su desgracia yo soy una Leona, lo que significa que soy una cabezota mayor, nunca abandono a las personas que amo y este no será el caso.

―Pequeña tranquila, todo estará bien. ―me sobresalté al sentir a mi amigo llegar. Abro los ojos y lo encuentro mirándome preocupado―. No llores por favor. ―Pasa las manos por mis mejillas y siento la humedad por las lágrimas que no me había dado cuenta que derramaba.

―Tranquilo tigre. ―intento sonreír para que se tranquilice y trato de componerme, como que aquí no ha pasado nada.

―Pequeña, no te ocultes de mí, ―se sienta a mi lado y me envuelve en un abrazo― te conozco demasiado bien como para saber que en algún minuto explotarás.

― ¡Tengo que ser fuerte! ― digo y trato de ocultar un sollozo que sale de mi boca.

―Elpida, puedes ser todo lo fuerte que desees, pero no olvides que si él no quiere reaccionar, nadie podrá sacarlo de ese infierno al que se está encerrando.

―Es que esa es la cosa Ari, yo no lo dejaré hundirse. Le daré razones y le mostraré todo lo que puede lograr hacer, aunque esté en esa maldita silla de rueda...― cubro mi rostro con mis dos manos y después de mucho tiempo me dejo llorar, lloro por mis padres, por Sofi; lloro por Mijaíl, porque no es justo que un desgraciado enfermo mental le haya robado su futuro casi quitándole la vida y haciéndolo sentir culpable a él por la muerte de Antonia, lo sé, sé que se culpa, lo veo las noches cuando despierta gritando de su pesadillas.

Lloro por mí, porque una vez más me quieren arrebatar mi felicidad.

―Llora pequeña, te hará bien para tomar fuerzas. ―Ari no deja de acariciar mi pelo y espalda tratando de tranquilizarme―. Llegará el momento en que reaccione, puede ser hoy o en unos meses. Pero también ponte en su lugar. ―Toma mi mentón con su mano y aleja las mías para que lo mire―. Sabes muy bien que debe pasar por etapas que pueden duran algunos días o mucho más. La incertidumbre, el Shock, la negación, depresión y por último la aceptación; y no siempre podemos pasarlos con las personas que queremos ahí nos confundimos de sentimientos, al tratar de no lastimarlos dejamos lo nuestro.

TÚ, MI ESPERANZA Y MI SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora