Después de varias reuniones con los compañeros y una sesión de cañas para rematar, Pablo llegó a su casa algo perjudicado y apoyándose en las paredes para sentirse estable. Eran las diez y media, relativamente pronto para irse a dormir a pesar de la somnolencia que le había provocado el alcohol, por lo que se echó en la cama, sacó el móvil y se dispuso a pasar un rato mirando twitter. Así en general, y después la cuenta de Albert en particular, una vergonzosa costumbre que había desarrollado con el paso de los meses. Hacía horas que no twitteaba, pero lo último era un link a una entrevista que le habían hecho en la tele ese mismo día. Sobra decir que se la vio de principio a fin.
Sus ojos rodaron varias veces ante algunas de las declaraciones que hacía su rival político sobre sus temas recurrentes de siempre (véase Venezuela, cambio sensato, partidos constitucionalistas, blablablá), pero no se le ocurrió quitar la entrevista en ningún momento, porque ahí estaba como siempre, ese sentimiento cálido y reconfortante que le provocaba simplemente verle y escucharle.
Y encima estaba guapo a rabiar. Iba sin corbata, en las últimas semanas se le veía bastante sin ella, tenía un mechón algo rebelde en la frente y cada vez que sonreía, Pablo se sentía personalmente atacado por tanta belleza. Y quizá por eso, a su mente algo borracha le pareció buena idea abrir whatsapp, buscar su conversación con Albert y escribir:
"Ibas muy guapo hoy."
No puede decirse que fuera un impulso, porque no llegó a arrepentirse tras haberlo enviado. Sólo estaba constatando un hecho evidente, ¿qué problema podía haber? Era sorprendente el estado de calma mental y espiritual que proporcionaban un par de cañas de más.
Albert tardaba en contestar incluso después de haberlo leído. Pablo esperó pacientemente, parpadeando con pereza, hasta que la respuesta llegó al fin en forma de varias interrogaciones. No pudo evitar sonreír mientras volvía a escribir:
"En la entrevista de hoy. Acabo de verla ahora."
Y mientras él conservaba una absurda calma, Albert estaba en mitad de una reunión de partido mirando el móvil y echando en falta una corbata de la que tirar hasta estrangularse, porque QUÉ DEMONIOS. Aquello no podía estar pasando. Pablo no podía estar piropeándole, no podía ser, y menos aún podía hacerlo cuando él no podía chillar a un cojín y entrar en pánico. Su mente estaba completamente en blanco, no encontraba ninguna respuesta apropiada a aquello. De modo que sus dedos temblorosos teclearon una sin mucha coherencia:
"¿Mucho trabajo hoy?"
A Pablo le costaba seguir el hilo de la conversación, adormecido como estaba.
"Un poco, aunque ahora vengo de tomar unas cañas con los demás."
Aquello tenía sentido. Y decir que no dejó un regusto de decepción en Albert sería mentir.
"Ah, que estás borracho."
Pablo volvió a sonreír. No sabía muy bien cómo imaginarse a Albert en ese momento, seguramente sorprendido, quizá incómodo... Pero ese mensaje en concreto había sonado molesto, y por alguna razón, le gustó.
"Borracho puede, pero ciego no."
- ¿Albert? – llamó alguien en la reunión, haciéndole alzar la cabeza inmediatamente con una expresión de inocencia más falsa que su sonrisa de la foto de campaña.
Aunque su pensamiento estaba donde estaba, de alguna manera logró responder a la cuestión por la que le estaban consultando sin que su voz temblara demasiado y nadie parecía sospechar nada, acostumbrados como estaban a su nerviosismo habitual. Cuando volvió a mirar el móvil, el último mensaje de Pablo seguía ahí. Podía contestar con otra estupidez para desviar el tema o seguirle la corriente... Y casi como un autómata, sin atreverse a pensar demasiado, se decantó por la segunda opción mientras buscaba en su galería una de sus últimas fotos y se la enviaba.
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Los polos opuestos se atraen demasiado
RomanceEntre Pablo y Albert hay un pequeño problema que no tiene solución... o quizá sí.