Capítulo 6

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Catherine se levantó a la mañana siguiente con un sobresalto terrible. Lo primero que hizo al abrir los ojos fue incorporarse violentamente y mirar a su alrededor.

Había soñado de nuevo con el dragón de escamas doradas. Esta vez lo había visto de una manera muchísimo más clara que la última vez. La misma voz que parecía proceder del dragón había sonado de nuevo en su cabeza.

La luz de la ventana se colaba a través de las rendijas que dejaba la cortina. Catherine se levantó de la cama algo fastidiada, pero pensando en la mujer misteriosa de la noche anterior.

Todavía llevaba la llave colgada al cuello. Lo que no acababa de entender es que le había dicho que su vida era muy importante, para luego añadir que debía proteger la llave con su vida.

Por una vez, llegaba pronto al instituto. Después de haber salido tranquilamente con su hermano, caminó mirando al suelo. No tenía muchas ganas de hablar.

Catherine seguía pensando que era imposible que nadie hubiese oído si conversación con la mujer. Habían armado escándalo, y más ella misma gritando. Estaba segura de que Jack se hacía el tonto.

-Jack. -Catherine miró a su hermano fijamente.- ¿Oíste algo ayer por la noche?

-No. -Jack seguía empeñado en hacerse el sueco.- ¿Debería?

-Hum... No. -Cat se pensó con cuidado lo que iba a decir a continuación.- Simplemente se oyeron ruidos raros en casa. Pero al final se pararon. No hay problemas. A lo mejor algún ratón y poco más.

-Venga ya Cat. -Jack soltó una carcajada.- No hay ratones en muestra casa. Eso lo sabes perfectamente. Así que no justifiques nada.

-Pero a ver... -Catherine puso cara de frustración.

-No hay ratones. -Aseguró su hermano.- Te inventas cosas.

-Como tú digas. -Catherine volvió a mirar al suelo.

Al encontrarse en la puerta del instituto, Jack se despidió de su hermana y ambos se dirigieron a sus respectivas clases. La mirada de Catherine era ausente. Ni siquiera se volvió cuando algunos la saludaron al pasar por el pasillo.

Sacó los libros de la taquilla, y al doblar una esquina para entrar a clases se chocó con alguien. Miró para contemplar a la persona con la que se había golpeado y se quedó muda de asombro.

Un chico que parecía tener un año o dos más que ella. Era bastante alto para tener la edad que tenía. Tenía una expresión de notable fastidio, pero al ver a Catherine sonrió, haciéndola sonrojarse. Sus ojos eran grises oscuros. Se había peinado el cabello castaño oscuro hacia la derecha, dejándose caer ligeramente el pelo encima de los ojos.

Cat tragó saliva. Estuvo a punto de marcharse de allí, cuando él ensanchó más la sonrisa.

-Discúlpame. -Él la miró.- Iba con prisa. Soy Alex.

Alex tendió la mano hacia Catherine, y ella se la estrechó poniéndose más roja todavía. Al notar el contacto, ella sintió una especie de calambre en la mano y la retiró rápidamente.

-H-hola. Yo soy Catherine, pero puedes decirme Cat.-Ella intentó poner una sonrisa, pero lo único que le salió fue una risita estrangulada.

-Timidez, ¿no? -Alex seguía sin perder la sonrisa.- No importa. Nos veremos en clase, ¿verdad?

-S-sí... ¡Claro! -A Catherine le iban a reventar las mejillas de puro nerviosismo.- ¡M-me tengo que ir! ¡Ya nos veremos!

Cat salió corriendo por el pasillo. Todavía le latía el corazón deprisa, y una sonrisa idiota estaba empezando a asomar de sus labios. Cruzó el instituto casi corriendo y entró en clase.

Sus amigas estaban ya en clase hablando entre ellas. Cat les lanzó una mirada burlona y llena de reproche. Al verla, May la miró de manera interrogante, Beth de manera pasiva y Judith simplemente siguió en sus pensamientos.

Catherine apartó la mirada y se fue indignada al otro lado de la clase. Sabía perfectamente que el episodio del vaso era increíble para cualquiera, pero a pesar de todo estaba dispuesta a demostrar que no mentía y que la próxima vez más les valía creer en ella.

Alguien más miró en su dirección. Al notar la mirada sobre ella, Catherine empezó a ponerse roja de rabia. Sabía perfectamente quién era.

-¡Peters! ¡Deja de mirarme! -Catherine giró la cabeza con violencia.

-Oh vamos, Cat. No te pongas así. -Sam se acercó a ella ronroneando y la sujetó del mentón.

-¿Qué haces? -Catherine lo miró mal, para después darle un manotazo.- Suelta. Me das asco.

-¿En serio? Menuda sorpresa. -Sam puso las manos en los bolsillos.

-Cállate.

Entonces, Catherine se fijó en algo. Sam llevaba un colgante al cuello. Una llave exactamente igual a la que la mujer le había dado, salvo por el hecho de que la de Sam era plateada y la de Cat dorada.

-¿Dónde has conseguido eso? -Catherine señaló acusadoramente la llave.

-¿Esto? -Sam cogió la llave distraídamente.- Bueno, te lo digo a cambio de algo.

-¿De qué? ¿Por qué tienes que ser tan borde? ¡Yo no empecé la pelea, fuiste tú! -Cat estalló delante de él.

-¿Qué pelea? ¡Eres tú la que se pica siempre hablando conmigo!

-Dime de una puñetera vez qué es lo que quieres.

-Dame cinco euros y te lo digo.

-Ni de coña.

-Como tú quieras. Me llevaré el secreto a la tumba. -Sam la miró burlonamente y se fue a su sitio.

Antes de que Cat pudiera replicar entró el profesor por la puerta. Iba acompañado de un alumno al que Catherine había conocido hacía unos minutos. Alex.

-Buenos días. -Saludó el profesor.- Os presento a vuestro nuevo compañero. Se llama Alex Hunter. Ha venido nuevo de un instituto vecino, y espero que todos lo tratéis como a uno más de la clase. Ayudad todos a que se integre. Bien Alex, siéntate de momento con la señorita Blair.

-¿Quién? -Preguntó él desconcertado.

-Con Catherine. Ella. -El profesor señaló a Cat.

Ella se puso roja inmediatamente, pero él le devolvió una sonrisa calmada. Cat aprovechó para lanzar una mirada a sus amigas, que miraban a Alex embobadas y a ella misma con envidia.

-¿No ibas un curso más alto que yo? -Preguntó Cat a Alex en voz baja mientras él se sentaba a su lado.

-No, ¿de dónde te sacas eso? -Alex sonrió.

-Bueno, no sé... Yo, ejem... -Cat empezó a ponerse otra vez nerviosa.- Bueno, eres más alto que yo, y además pues...

Él sonrió por toda respuesta. Cat lo miró involuntariamente. Y dio un respingo. Alex también llevaba una de las misteriosas llaves. Era plateada, del mismo color que la de Sam.

Cat empezaba a sentirse inquieta. Llevó una mano a su llave. ¿Y si...? Quizá el elegido fuera uno de los dos. Pero primero debía averiguar cuál de ellos era. O quizá, la respuesta era más sencilla.

Mirando al Futuro [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora