Heme aquí bajo la fría lluvia, caminando nuevamente entre los condenados, en una tierra pobre y triste en el que las almas se precipitan a la desolación. Y ellos… los llamados líderes, perdidos en su miseria, compitiendo unos contra otros y ¿para qué?, solo para ganar lo que no entienden, un poder que no les pertenece; que pisotean la confianza y la fe de los pueblos, manejándolos como marionetas, escupiendo en sus simples vidas…, arrastrándolos hacia la perdición.
Heme aquí, caminando entre rostros sin esperanza, rostros gastados de tanto llanto, pensando en la muerte como el único alivio a sus pesares.
Pero, ya comienzo a acostumbrarme, ya he pasado por esto miles de veces en otras épocas, en otros mundos y esta no es la excepción; siempre es igual, de una u otra forma la vida lentamente se va haciendo mas y más infeliz, melancólica, perdiéndolo todo, hasta sacrificar la esperanza.
Mientras camino bajo la lluvia algo me llama la atención, ¡en efecto!, ¡es lo que creía!, son niños, jugando felizmente, en sus ojos brilla la esperanza, sus corazones aún no han sido tocados por esa oscuridad. ¡Pero de pronto! sus ojos se inundan de llantos, una multitud de personas cubren todo a su paso corriendo sin rumbo, gritando como chillantes sirenas, pues, el fin ya ha llegado y las calles se suman en la paranoia y el pánico; pero, esos niños no son los primeros ni los últimos que veré, en sus ojos logré ver el futuro… un buen futuro.
Una enorme explosión perturba mis sentidos, la explosión se expande en forma de una gran bola de luz gigantesca que parece como si pudiera cubrir el mundo entero arrasando con todo a su paso.
Que triste final… pero mientras el fin se acerca a mí, cierro los ojos e imagino el mundo que vendrá, no será perfecto, lo sé, pero las almas inocentes que he visto a través de los tiempos me dicen que el alivio no está tan distante y vale la pena seguir caminando para verlo …mientras observaré el inevitable final, para luego retornar… otra vez.
