Para hablar de circunstancias así, alejadas del continuo de la realidad, como las que por instantes, comprometido he dado con contar, presiento necesitar de elementos ajenos a mí; entonces al descubrir tal incapacidad, acudo con semblante torvo y complementario a tu presencia; tú quisquillosa, de agua marinos y salados ojos, empeñada en rígidas posturas y gestos de retaliación, como desdibujando sonrisas pareces ir en contra vía si me ves acercarme tenue de semblante para encararte. Haciendo cuentas había descubierto desfalcos hace algún tiempo en tu actitud. Debí irme por las ramas y esperando iban se me ocurriendo desgajadas ideas en palabras, no todas para escribir, y almacenaba unas cuantas con posturas prestadas de tus más vanos intereses; fue lo que aprendí de ti. Yendo al mercadillo del centro, donde me llevabas, reconocí unos cuantos resquicios de aquel otro tiempo, y te hallé en todas partes. Oí las voces deshacerse en improperios y cuando volteé a mirar, sólo eran las mismas personas de la calle en su rutina demostrándose su afecto de coterráneos. Son las calles, es esa verdad que parece inaudita en ocasiones y rivaliza con las historias inventadas que me esfuerzo en crear para vos, y tú dudas en contestar porque alguien más, hoy día, te hace el amor, y mucho mejor que yo; quien jamás te agachó la testa.