Karma Blue

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Trabajo costaba casi todo. Costó todo trabajo. Tanto, como que si suponía, al devolver la mirada ambigua, que allí le hallaría aún ausente a causa del esfuerzo que ejercían sus fantasmas. Internos. Y para no explicarlo, como se lo expliqué a ella con acento neutro de la cordillera y la mesura que ameritaba el caso, decidí huir lejos, al llano; y lo encontré en llamas. Pedro de el Páramo, un fulano literario algo famoso que conocía de antaño me dio a entender en clave en todo lo que me escribía, pistas de sus falsas manías. Le dije que le había descubierto, que ya no me engañaría; le escribí. Y pasó el tiempo. Años. Y para la primera primavera en la Quinta Avenida, viniendo de Brooklyn, muy abrigado por cierto, recordé, al ver una chica de uno sesenta y pico merodeando, quizá perdida y con una miradita muy similar a la tuya, entre cerrando los ojos, aturdida por el frío de finales de otoño, recordé cuanto pude del instante en que le dije adiós, y le entregué a la cabizbaja chica la chaqueta mofletuda y devolví la marcha hasta regresar a casa para no verle más por ahí reflejada en otros, especialmente, en jóvenes mujeres ateridas.

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