Estaba sentada en mi cama, jugando con las muñecas que me había regalado mi padre, recuerdo que las cuidaba mucho, siempre las peinaba, no las desvestía, siempre estaban organizadas, lo mío siempre fue el orden, cada cosa en su lugar. Al cabo de un rato llegó mi madre y se sentó a mi lado, me miró, no dejaba de mirarme y ya me sentía hasta incómoda.
-¿Qué tanto me miras mamá?- Pregunté.
-Te observaba, me he dado cuenta de que eres una niña muy hermosa, ese cabello negro y tus ojos azules, ese hermoso lunar que tienes debajo del ojo... Eres muy hermosa.
-Me lo dices como si no volviéramos a vernos, ¿Qué sucede?
-Sucede que apenas tienes 8 años y estás metida en los negocios sucios de tu padre, nunca he estado de acuerdo con eso.
-Mi padre dice que Dios nos lo recompensa a diario porque son personas que merecen la muerte.
-¿A cuántos has asesinado?
-A tres personas... cada día lo pienso y veo pesadillas, mi padre dice que con el tiempo desaparecerán.
Fue una conversación llena de mucha tensión, no quería que mi madre se sintiera mal, pero no me gustaba que se metiera en los negocios de mi padre y míos... Sí, también eran míos, o eso decía mi padre.
Un día en la escuela estaba jugando con mi muñeca favorita, y una niña me la quitó y la tiró al suelo, intenté levantarme y recogerla pero ella me sostuvo de los brazos y junto con una amiga de ella me devolvieron al suelo con un golpe, ese día llegué llorando a mi casa con la muñeca despeinada y sin ropa... me sentía muy mal, mi padre me vio llorando y preguntó.
-¿Qué sucede mi amorcito?
-Unas niñas me molestaron hoy robaron la ropa de mi muñeca, me pegaron también.-Respondí en medio de lágrimas.
-No dejes que te vuelva a suceder, si esas niñas vuelven a aparecer tú te vas a defender, para eso te di tu navaja.
-Bueno papá.
Al día siguiente regresaron y me halaron del pelo, yo saqué mi navaja y le hice un corte en la muñeca a cada una, la sangre era abundante pero a mí ya nada me sorprendería, llamaron a mi padre al teléfono y me suspendieron 4 días de clases.
Al regresar las niñas se acercaron a mí, intenté sacar mi navaja pero ellas no iban a hacerme daño, me abrazaron y se disculparon, me preguntaron si podían ser mis amigas y yo respondí que sí, pero no las veía aún como amigas sino como séquito.
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Memorias De Una Asesina
Teen FictionSoy Anastasia Blanco, escribo mis memorias desde la prisión de Alcatraz, nunca pensé que estaría contando mi historia de cómo termine en una cárcel de máxima seguridad en los Estados Unidos a mis 25 años, supongo que esto es lo que hacen los presidi...