Había decidido no continuar luchando con aquella enfermedad, que día tras día, le consumía un poco mas. En su vida había pasado por muchas relaciones, tenido sexo con cientos de chicos, y sin embargo allí estaba, en la habitación de un hospital, apunto de encontrarse cara a cara con las muerte, y estaba solo. No sentía miedo a morir, todo lo contrario consideraba que la muerte seria la única forma de encontrar la paz. Tosía sin cesar, en cada tos se le iba un poco mas de vida, había renunciado al tratamiento que, con un 50% de probabilidades, podría curarlo, no pensaba someterse a tanto sufrimiento que esto le iba a causar solo para vivir un poco mas, no tenia motivos para hacerlo.
Eran aproximadamente las 6 de la mañana cuando, como ya era costumbre, entraría la enfermera a colocarle los miligramos de morphina necesarios para calmar aquel dolor que le aquejaba, aquella enfermera le agradaba, era una mujer de 50 años, cascarrabias con la mayoría de los pacientes, sin embargo con el tenia una especial conexión. Pero aquella mañana seria diferente, miró hacia la puerta esperando ver a la gorda enfermera cruzar la puerta, pasaron 5 minutos, y era extraño, nunca se retrasaba, sentía como comenzaba a crecer el dolor, lo que le indicaba que en efecto había un retraso, los efectos de la dosis anterior estaban pasando, comenzaba a sentir como el dolor se apoderaba de cada parte de su frágil cuerpo, su mente se nublaba poco a poco, ya no lograba distinguir, cuando vio una figura entrar por la puerta, comenzó a gritar, se retorcía, tosía.
Horas después despertó, dándose cuenta, que había perdido el conocimiento, vio entrar un enfermero, este le dio los buenos días, era un muchacho joven, sin duda recién graduado, se fijo en sus ojos, azules como el cielo, su boca como si estuviera pintada de rojo, su cara pálida, se fijo en su cabello, algo largo, liso y amarillo, es un muchacho apuesto, pensó. El joven hacia su trabajo, verificaba la vía conectada a su antebrazo, lo miraba de reojo, hablar le costaba, pero decidió hacer el esfuerzo.
-¿y la enfermera?- pregunto
El joven lo miro, su mirada era dulce, le recordaba a su juventud, le recordaba algo pero aun no sabia que.
-Disculpe señor Roberto, soy el nuevo enfermero designado a esta área- Respondió el muchacho con un tono de voz, que a Roberto le pareció dulce.
Se limito a asentir, a Roberto no le gustaba ser atendido por un muchacho, prefería ser atendido por mujeres, y tenia sus razones.
La rutina avanzaba, con el los días y su enfermedad continuaba avanzando, aquel enfermero resulto amable, después de terminar su rutina diaria, el enfermero iba a la habitación de Roberto, sentía compasión por aquel hombre cuyas visitas no existían.
Intentaba conversar con aquel señor condenado a la cama de un hospital, pero no era fácil, Roberto no era nada amable.El chico entro aquella mañana a la habitación, y se encontró con Roberto sentado en su cama, era extraño, el paciente nunca hacia el menor esfuerzo por levantarse, noto una tristeza no vista en días anteriores.
-Don Roberto se siente usted bien- pregunto
-Hace 40 años que me fui, Hace 40 años que no se nada de el- Roberto miro al enfermero, y este quedo impactado al ver en los ojos de aquel paciente amargado, lágrimas correr por su mejilla
Armando ayudo a Roberto a acostarse de nuevo mientras se sentaba a su lado a mirarlo
-Hace 40 años muchacho, y aun lo recuerdo y aun duele como si me hubiera marchado ayer-
-Lo puedo ayudar en algo? -pregunto armando
-No , por favor dejame solo- fue la respuesta del débil anciano, aun llorando.
-No, usted necesita hablar con alguien, usted se esta dejando morir solo en esta habitación, sin permitirnos a nosotros hacer nada por ayudarlo, los médicos lo han intentado todo y usted se niega a recibir ayuda.
-He decidido morir, entiendanlo de una maldita vez, yo no tengo nada, ningún motivo por el cual continuar en este mundo, hace 40 años mi deseo de vivir murió, si he permanecido tanto, es por no tener el valor necesario para montarme sobre un edificio y lanzarme.Yo fui un muchacho, como tu, tenia 19 años la primera vez que conocí a Ricardo, era mi primer día en la universidad, iba muy entusiasmado, y a la vez bastante asustado, cuando entre al campus, comencé a preguntar por la facultad de humanidades, siempre quise estudiar arte y pensé que mis padres no me dejarían, pero allí estaba a punto de cumplir mi sueño, la facultad estaba al lado del campo de fútbol, y al pasar no pude evitar fijarme en el, allí estaba, corría, con el balón delante, sudaba, era imparable, anoto gol, yo estaba impresionado viendo aquel joven rubio, celebraba la anotación, y por un momento sentí que me miraba, y no pude evitar sonrojarme, tenia unos ojos azules, impresionantes, y unos labios que cualquiera hubiera querido besar, corrí lejos de allí al sentirme descubierto por el, fue la primera vez que lo vi, pero ese instante basto para sentir una profunda atracción, algo que no podría describir con palabras, encontré la facultad de humanidades, donde estudiaría arte los próximos años, pero mi mente no podía dejar de pensar en aquel joven futbolista, en sus ojos, estaba seguro que me había mirado, tenia que saber quien era ese muchacho.
Las clases avanzaban y me iba muy bien en ellas, había visto a Ricardo jugar un par de veces mas, pero aun no sabia quien era, un mes después, me senté en las gradas a mirarlo jugar, escuche a dos chicas a mi lado gritar, cuando el toco el balón, lo conocían, pero mi timidez me impedía hacerle cualquier tipo de pregunta, pero no fue necesario, Ricardo anoto gol, las chicas gritaban de la emoción.
Al sentarse, las chicas comenzaron a hablar sobre el, allí supe que el joven al que llevaba dos meses observando estudiaba derecho, pero también sufrí un tremendo golpe al escuchar que una de las muchachas a mi lado era su novia, todo estaba perdido, comencé a llorar, y sin saber ni siquiera si lloraba porque tenia novia, o lloraba por no tener la valentía de acercarme a Ricardo, pero eso no seria necesario yo no tendría que acercarme, el seria quien se acercaría a mi...
-Roberto tosió y se quejo del dolor, mientras Armando se daba cuenta que llevaba mucho tiempo escuchándolo, pero no quería irse, quería continuar escuchando la historia, del paciente amargado.
ESTÁS LEYENDO
Iguales la historia de un amor diferente
Romanceuna historia donde reiras, lloraras, sentiras ira, en fin leela