Prólogo

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-Estás loca, Weasley.

Rose frunció el ceño y me miró como si fuese alguien realmente malo. Pero no entendía por qué, si yo sólo era un chico honesto.

-No tienes derecho a insultarme -dijo. Suspiré.

-No te lo tomes como un insulto, sino como un halago.

-Eres un tonto, Malfoy -dijo. Sonreí con autosuficiencia, la pelirroja ya no sabía qué más decir.

-Además, ¿por qué no puedo insultarte? -Pregunté.

-Porque no me conoces, así de simple, no tienes derecho.

Me reí. No lo pude evitar. Que no la conocía, acaso. ¡Por, Merlín! Si la conocía mejor que nadie.

-¿Quieres apostar? -Pregunté.

-¿Qué apostamos? -Preguntó, poniendo sus manos en sus caderas.

Buena pregunta, nada se me venía a la mente. Rose sonrió y me estiró la mano.

-Si ganas, seré tu esclava por un mes... y si yo gano, serás mi esclavo durante un mes.

-Hecho -sonreí, estrechando su mano -. Aunque tú bien sabes que no podrías aguantarme un mes pegadito a tu lado, sin besarme.

Rose rodó los ojos y empezó a caminar fuera de la Biblioteca.

-Tendrás un pergamino con treinta cosas que sé de ti - Exclamé. Ganándome una mueca de incredibilidad por parte de Rose, y otra de molestia, por parte de Madama Pince.

Tomé rápidamente un pergamino y empecé a escribir todo lo que sabía sobre la Weasley. Sería pan comido.

Weasley, como la palma de mi mano (ATP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora